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SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS EN EL PENSAMIENTO DE ALGUNOS DE LOS FUNDADORES DEL MARGINALISMO.

 

 

 

Por Mg. Guillermo Luis Covernton.

“A aquellas cosas que tienen  la virtud de poder entrar en relación causal con la satisfacción de las necesidades humanas, las llamamos utilidades, cosas útiles En la medida que reconocemos esta conexión causal y al mismo tiempo tenemos el poder de emplear las cosas de que estamos hablando en la satisfacción de nuestras necesidades, las llamamos bienes…Ya hemos  insinuado, al hablar de la cualidad de bien, que no se trata de una cualidad  innata de las cosas ” (1)

 

“En primer lugar, aunque la utilidad es una cualidad de las cosas, no es una cualidad  inherente. Se describe mejor como una circunstancia de las cosas que nace de su relación con las necesidades humanas…En consecuencia, nunca podremos afirmar en forma absoluta que unos objetos tienen utilidad y otros no”. (2)

 

 

  

Introducción:

 

Al intentar aproximarnos a los orígenes de las ideas de la escuela austriaca de economía, es aconsejable considerar el ambiente de pensamiento de la época. La economía clásica, es decir la corriente principal del pensamiento, quizás muy bien sintetizada en la obra de John Stuart Mill había sufrido un fuerte ataque, principalmente de parte de Marx, del cual, buena parte de los autores de la época intentaban recomponerla. En términos de una epistemología contemporánea, podríamos decir que el paradigma principal resistía y su núcleo duro era reforzado por una buena cantidad de hipótesis auxiliares.

 

Se había empezado a perder el foco en la determinación clara del total de los recursos y de su crecimiento, que había sido una de las preocupaciones principales, hasta ese momento. (3) Y también se observa que empieza a manifestarse una tenue, aunque no novedosa tendencia a las formas matemáticas de argumentación.

 

Coincidimos en que no era novedosa, porque ya desde tiempos anteriores se habían observado trabajos con una importante inclinación al razonamiento matemático:

 

En este sentido, puede mencionarse el de Cesare Bonsana Beccaria, de 1764, (4), en el que expresa, para explicar los incentivos para la evasión, la recordada ecuación:

      x =     uu / (u + u – d) =  uu / ( 2u – d)  >  u / 2

 

Otros intentos en el mismo sentido se podían ver en el trabajo de Dupuit, de 1844, (5), en el que plantea una especie de antecesor a la curva de Laffer, ya que afirma: “Cuanto mayor sea el impuesto, menor será en términos relativos, su rendimiento. La pérdida de utilidad aumenta con el cuadrado del impuesto.” Todo lo cual expone en una función continua, derivable e integrable, para luego concluir que, si se quiere obtener los mayores ingresos posibles, se deberá resolver la ecuación: d(yx) / dx = 0.

 

Este pensamiento clásico, que continuaba ocupando el centro de la escena del mundo académico de la época, ya percibía claramente que la economía no podía limitarse a la medición y el estudio del valor, si en esta búsqueda se entendía a este como una materia medible en forma invariable, mediante una unidad homogenea y generalizable: Al decir de Mill:

 

 

In common discourse, wealth is always expressed in money. If you ask how rich a person is, you are answered that he has so many thousand pounds. All income and expenditure, all gains and losses, everything by which one becomes richer or poorer, are reckoned as the coming in or going out of so much money. It is true that in the inventory of a person’s fortune are included, not only the money in his actual possession, or due to him, but all other articles of value. These, however, enter, not in their own character, but in virtue of the sums of money which they would sell for; and if they would sell for less, their owner is reputed less rich, though the things themselves are precisely the same. It is true, also, that people do not grow rich by keeping their money unused, and that they must be willing to spend in order to gain. Those who enrich themselves by commerce, do so by giving money for goods as well as goods for money; and the first is as necessary a part of the process as the last. But a person who buys goods for purposes of gain, does so to sell them again for money, and in the expectation of receiving more money than he laid out: to get money, therefore, seems even to the person himself the ultimate end of the whole. It often happens that he is not paid in money, but in something else; having bought goods to a value equivalent, which are set off against those he sold.

 

But he accepted these at a money valuation, and in the belief that they would bring in more money eventually than the price at which they were made over to him. A dealer doing a large amount of business, and turning over his capital rapidly, has but a small portion of it in ready money at any one time. But he only feels it valuable to him as it is convertible into money: he considers no transaction closed until the net result is either paid or credited in money.. when he retires from business it is into money that he converts the whole, and not until then does he deem himself to have realized his gains: just as if money were the only wealth, and money’s worth were only the means of attaining it. If it be now asked for what end money is desirable,unless to supply the wants or pleasures of oneself or others, the champion of the system would not be at all embarrassed by the question. True, he would say, these are the uses of wealth, and very laudable uses while confined to domestic commodities, because in that case, by exactly the amount which you expend, you enrich others of your countrymen. Spend your wealth, if you please, in whatever indulgences you have a taste for. But your wealth is not the indulgences, it is the sum of money, or the annual money income, with which you purchase them. (6).

 

Claramente se veía que el tema del valor, tal y como se concebía hasta ese momento, no podía ofrecerles respuestas claras. El como y el porque el comercio enriquecía, el intercambio beneficiaba y la especialización propendía a la generación de riqueza eran ideas que ya flotaban en el ambiente. Pero había una gran cantidad de intuiciones no debidamente fundamentadas y explicadas.

 

Los clásicos tenían problema en este sentido: Basta ver, por ejemplo que Ricardo afirmaba:

 

El trabajo de un millón de hombres en la industria producirá siempre el mismo valor, pero no siempre la misma riqueza. Con la invención de nueva maquinaria, la superación de la habilidad técnica, una mejor división del trabajo, o por el descubrimiento de nuevos mercados donde puedan efectuarse intercambios más ventajosos, un millón de hombres puede producir, en un estado dado de la sociedad, el doble o el triple de riqueza, es decir de “cosas necesarias, convenientes y gratas”, de lo que puede producir en otro, pero no agregará, por ese concepto, ninguna cosa al valor; en efecto todas las cosas suben o bajan de valor en proporción a la facilidad o dificultad con que se producen, o, en otras palabras, en relación con la cantidad de trabajo empleado en su producción. (7).

 

Estas contradicciones no eran las únicas. Vista a la luz de una epistemología contemporánea, la posición de Mill, ha sido calificada por Rothbard, creemos que con justicia, de: “… un núcleo principal de piedad filial envuelto en capas de misterio y desorden”.  (8).

 

A la vez que creemos también acertada la afirmación que hace Rothbard, refiriéndose de nuevo a Mill, cuando critica esta visión de la teoría, además, por haber sido enunciada como infalible y definitiva, lo cual se reveló falso en muy breve lapso:

 

No obstante, y a pesar de su inconsistencia y desorden, su modestia se transformó súbitamente en la arrogante reivindicación de que sus afirmaciones constituirían para siempre la última palabra respecto a la teoría del valor. En un famoso “faux pas”,Mill proclamó que, “felizmente no queda nada ya, en las leyes del valor que el escritor actual o futuro deban aclarar: La teoría sobre este punto está terminada”. Es verdad que Mill tuvo la mala suerte de escribir estas palabras solo dos décadas antes de que la “revolución marginalista” le diese la vuelta a la teoría del valor. Ahora bien, aún así, resulta imperdonable que alguien tan conocedor del método científico y de la historia de la ciencia, como se suponía que era Mill, fuese sorprendido escribiendo este tipo de afirmación. (9)

 

Fue en este contexto en el que, en una coincidencia histórica remarcable, tres académicos de peso, (Menger, Walras y Jevons), de manera totalmente independiente, dieron nacimiento a una nueva teoría económica. El marginalismo dio un vuelco en el entendimiento de los problemas económicos. Los tres lo enfocaron hacia la teoría de la demanda, algunos a la teoría de la empresa, (Walras y Menger), e incluso alguno, al análisis del equilibrio general, (Walras).

 

Sus coincidencias, a grandes rasgos, fueron en torno a la idea de que el problema de la economía se centraba en lograr la mejor asignación de recursos. Y sus divergencias más destacables fueron de tipo metodológicas, las que, a su vez, originaron otras divergentes conclusiones. (10).

 

 

Los puntos de contacto:

 

Como destacábamos en el epígrafe que encabeza este trabajo, hay, tanto en la concepción de Menger, como en la de Jevons, ideas centrales, fundamentos de su pensamiento, en los cuales podemos encontrar coincidencias esenciales. Pero debemos ser prudentes al analizar esta cuestión, ya que hay que considerar que, no solo ambos autores no compartían la misma escuela de pensamiento, (más bien ambos se apartaron muy claramente de las escuelas de pensamiento imperantes en ese momento), sino que tampoco compartían el mismo ámbito académico, y ni siquiera el idioma. De hecho, no he encontrado ninguna constancia que me indique que alguno de ellos conocía la posición del otro, en estos temas, antes de que cada uno publicara su propio trabajo, es decir, antes de 1871. En esencia, la identificación de los fundamentos del pensamiento de ambos autores surge, más bien, del estudio detallado de sus aportaciones.

 

  

 

El subjetivismo:

 

Si bien las bases del subjetivismo ya habían hecho su aparición en la escena económica. Autores como Mc Culloch, Say, Bailey y Senior (11) ya muestran ideas muy definidas en este sentido. Lo que se inicia claramente en1870 es ese énfasis en el estudio del efecto de las variaciones o pequeños incrementos o decrementos en las cantidades económicas. (12). Obsérvese que no digo cambios infinitesimales, ni continuos, ya que esto último implicaría estar dejando de lado una posición determinada.

Es significativo el grado de coincidencia que se puede encontrar en ambos autores, en lo relativo al efecto que ellos consideran que se produce sobre el nivel de satisfacción que experimenta un individuo, al ir consumiendo cantidades adicionales de un bien:

 

En Jevons, encontramos esto ejemplificado con la reacción de un individuo frente al racionamiento del alimento que consume diariamente en un cierto número de porciones. Así lo expresa Jevons:

 

Ahora debemos distinguir cuidadosamente entre la utilidad total proveniente de cualquier mercancía y la utilidad ligada a cada porción particular  de ella. Así, la utilidad total del alimento que comemos consiste en mantener la vida, y puede ser considerada infinitamente grande; pero si sustrajéramos una décima parte de lo que comemos diariamente, nuestra pérdida sería pequeña. Ciertamente no perderíamos la décima parte de la utilidad de la comida para nosotros. Sería dudoso si llegaríamos a sufrir algún perjuicio en absoluto.

 

Imaginemos que la cantidad total de comida que una persona consume como promedio durante veinticuatro horas se divide en diez partes iguales. Si se reduce su alimento en la última parte, sufrirá, pero poco. Si le falta una segunda décima parte, sentirá la necesidad en forma inequívoca. La sustracción de una tercera décima parte será decididamente hiriente. Con cada deducción subsiguiente de una décima parte, sus sufrimientos se harán más  y más importantes, hasta que al final esté al borde de la inanición. Si ahora llamamos incremento a cada una de las décimas partes, el significado de todo esto es que cada incremento de comida es menos necesario, o posee menos utilidad, que el anterior. (13).

 

Y luego presenta el conocido diagrama de barras, en el que muestra, en abscisas, cada incremento o disminución del bien, en unidades discretas, e iguales. Y en ordenadas, la diferente significación que cada una de ellas tiene, que el llama utilidad. (Utility, en el original) (14)

 

Actualmente creo que coincidiremos en que la llamamos “Utilidad marginal”.

 

Menger, en cambio se refiere a esto haciendo la distinción entre lo que el llama utilidad, es decir: capacidad que tiene una cosa de servir para satisfacer las necesidades humanas, (15) y lo que llama valor, es decir: la significación que tienen aquellos bienes cuya relación cuantitativa hace que la necesidad del bien sea mayor que la cantidad disponible (16).

 

Y es muy claro al afirmar que solo los que llama “bienes económicos” adquieren valor, aunque los bienes libres también tengan utilidad. Me parece que es este enfoque en donde queda más claro su idea y la elección de los diferentes términos que usaba para caracterizar estas diferencias.

 

Este tipo de definiciones terminológicas las considera esenciales, por eso dice:

 

Utilidad es la capacidad que tiene una cosa de servir para satisfacer las necesidades humanas… También los bienes no económicos son útiles… Lo que distingue a un bien no económico de otro económico… es la circunstancia de que la satisfacción de las necesidades humanas no depende de la disposición sobre unas cantidades concretas del primero, y sí, en cambio, de cantidades concretas del segundo tipo. Por consiguiente, aunque los primeros tienen, desde luego, utilidad para nosotros, solo los segundos tienen además de utilidad aquella significación que hemos llamado valor. (17)

 

Para mayor claridad terminológica hemos creído prudente agregar el párrafo original completo: (18).

Nützlichkeit ist die Tauglichkeit eines Dinges, der Befriedigung menschlicher Bedürfnisse zu dienen, und demnach (und zwar die erkannte Nützlichkeit) eine allgemeine Voraussetzung der Güterqualität. Auch nicht ökonomische Güter sind nützlich, indem dieselben zur Befriedigung unserer Bedürfnisse ebenso wohl tauglich sind, als die ökonomischen, und diese Tauglichkeit muss auch bei ihnen eine von den Menschen erkannte sein, sonst könnten sie überhaupt nicht die Güterqualität erlangen. Was aber ein nicht ökonomisches Gut von einem solchen unterscheidet, welches in dem den ökonomischen Charakter begründenden Quantitätenverhältnisse steht, das ist der Umstand, dass nicht von der Verfügung über concrete Quantitäten des erstern, wohl aber von einer solchen über concrete Quantitäten des letztern die Befriedigung menschlicher Bedürfnisse abhängig ist, und somit die ersteren wohl Nützlichkeit, nur die letzteren aber neben ihrer Nützlichkeit auch jene Bedeutung für uns haben, die wir Werth nennen.

 

Y creemos importantísimo destacar ese subjetivismo tan esencial al pensamiento mengeriano, que puede encontrarse, por ejemplo en:

 

El valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los bienes mismos. Según varíen las circunstancias, puede modificarse también, aparecer o desaparecer el valor…

 

Así pues, el valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa autónoma, independiente, asentada en si misma. (19).

 

Aquí, en nuestra personal apreciación, el grado de coincidencia es total con el enfoque de Jevons; siempre y cuando acordemos en que este último se refiere a él con un término distinto: tal como dijimos más arriba, Jevons habla de “utilidad”. La posición puede encontrarse en:

 

En primer lugar, aunque la utilidad es una cualidad de las cosas, no es una cualidad inherente. Se describe mejor como una circunstancia de las cosas que nace de su relación con las necesidades humanas.

 

Y aquí, apoyándose en la opinión de Nassau William Senior, a quien manifiesta estar citando, enfatiza:                        

 

La utilidad no denota ninguna cualidad intrínseca en las cosas que llamamos útiles. Simplemente expresa sus relaciones con los dolores y placeres de la humanidad. (20)

 

Y luego defiende otro aspecto de este subjetivismo, que algunos han calificado de “radical”, (21) cuando dice:

 

En consecuencia, nunca podremos afirmar de forma absoluta que unos objetos tienen utilidad y otros no… Tampoco podemos decir, cuando consideramos detenidamente la cuestión, que todas las partes de la misma mercancía posean la misma utilidad…Que cantidades mayores tienen grados diversos de utilidad. Pero que por encima de una cierta cantidad, la utilidad desciende gradualmente a cero”. (22)

 

Menger coincide también en que las variaciones en la cantidad de bienes de que los individuos disponen, afectan estas ponderaciones: Así nos explica:

 

Así, pues, el valor es de naturaleza subjetiva, no solo cuanto a su esencia, sino también cuanto a su medida. Los bienes tienen siempre valor para unos determinados sujetos económicos y, además, para estos sujetos solo tienen un determinado valor. (23)

 

Pero parecería prudente limitarnos a estas coincidencias, a este respecto, dado que es muy importante destacar que ambos pensadores hicieron un abordaje diferente a esta cuestión, por cuestiones que merecen profundizarse.

 

 

 

 

Analizando ciertos matices en teoría del valor:

 

Jevons aborda esta cuestión de las distintas valoraciones, desde lo que el llama “Ley de variación de la utilidad”. Y así nos explica que las variaciones en la cantidad de un bien que un individuo dispone hacen que este valore en más o en menos a ese bien. Y apela al mencionado ejemplo de la comida. Luego va llevando el razonamiento hasta lo que nosotros consideramos un extremo, ya que no pareciera surgir tan claramente del actuar humano: Así, y en la búsqueda, a nuestro juicio, de aplicar cierta metodología por la que se mostraba muy partidario, llega a afirmar que:

 

Pero la división del alimento en diez partes iguales es una suposición arbitraria. Si hubiéramos tomado veinte, o cien o más partes iguales, seguiría siendo cierto el mismo principio general, a saber, que cada pequeña porción sería menos útil y necesaria que la última. Puede considerarse teóricamente verdadera la ley, no importa cuan pequeños se hagan los incrementos. Y de este modo llegaremos a una figura que es indistinguible de una curva continua. (24)

 

No parece, aquí, tan claro este asunto, tal como lo presenta el autor. Más bien parecería mucho más claro lo contrario, es decir, que variaciones infinitesimales no producirían sensaciones de ningún tipo sobre el individuo actuante, y más bien, que estas variaciones deberían ser lo suficientemente grandes como para motivar alguna acción.

 

Es por eso que en este punto creemos que es conducente iniciar el análisis, no solo de las diferencias, sino de las posibles causas de esas diferencias: Creemos que aquí Jevons confunde, a los efectos de su investigación, el objetivo con la herramienta. Entendemos que el objetivo buscado era entender y poder explicar las causas y las consecuencias de las diferentes valoraciones individuales, completamente subjetivas, que, se afirma, los individuos realizan de los distintos bienes. Y no en cambio, como parece desprenderse de la posición de Jevons, utilizar esto para intentar argumentar a favor del uso de herramientas de índole exacta, como el análisis de funciones continuas, su derivación, etc.

 

A esta altura del estudio, empezamos a pensar que Jevons estaba limitando su análisis de una manera que, creemos, no solo es irreal, sino que conspira contra un entendimiento completo del asunto. Queda claro que analiza como un solo y determinado bien acude a satisfacer una sola y determinada necesidad humana. Y es en este aspecto que creemos que el análisis que hace Menger no solo es mucho más realista, amplio, generalizable, sino que además, por su misma esencia, contribuye mejor al entendimiento completo de esta cuestión.

 

Además, y volviendo a Jevons, este hace una afirmación que no solo consideramos, quizás, algo aventurada, sino que, por otra parte, lo hace abandonar un aspecto epistemológico esencial: El individualismo metodológico: Nos referimos concretamente a su afirmación de que:

 

El concepto de cantidades infinitamente pequeñas de comida puede parecer absurdo en lo que respecta al consumo de un individuo; pero cuando consideramos el consumo de una nación como un todo, puede muy bien concebirse que el consumo aumente o disminuya en cantidades que son, prácticamente hablando, infinitamente pequeñas comparadas con el consumo total. (25)

 

Y ahora, quizás, se puede comprender mejor nuestro punto: Creemos que aquí Jevons abandona el tan necesario individualismo metodológico, que es, por otra parte, una de las que se consideran características distintivas de todo este movimiento marginalista que se inicia, (26) y se ve envuelto en una especie de razonamiento circular. La causa de lo que estaba intentando explicar, parece querer explicarse por sus consecuencias. No creemos que necesariamente se pueda sostener lo que afirma luego:

 

Las leyes que vamos a deducir deben concebirse como teóricamente válidas para el individuo. Solo pueden verificarse en la práctica en lo que respecta a las transacciones, producciones y consumos agregados de un nutrido grupo de personas. Pero las leyes del agregado dependen naturalmente de las leyes aplicables a los casos individuales.

 

La ley de la variación del grado de utilidad de la comida puede representarse así por una curva continua… el grado de utilidad se mide por tanto adecuadamente por la altura de un rectángulo muy estrecho correspondiente a una cantidad muy pequeña de comida, que teóricamente debería ser infinitamente pequeña”. (27)

 

Por un lado, reconoce que el comportamiento análogo al de una función continua solo puede verificarse en el caso de la agregación, es decir, si analizáramos un grupo altamente numeroso. Pero luego pasa de largo el aspecto importante del comportamiento subjetivo individual, para pretender ir del comportamiento en el agregado, al comportamiento del individuo. Como si el comportamiento del agregado pudiera explicar el comportamiento individual que le adjudica. Y no al revés.

 

La otra objeción que se nos ocurre apuntar es que, partiendo del ejemplo particular de la comida, como bien económico, y del apetito, como necesidad, se pretende inferir la aplicabilidad de esta idea a todas las necesidades y bienes que hacen al actuar del hombre, sin ninguna otra argumentación. Esta posición podría ser, modernamente, tildada de un inductivismo sin fundamento.

 

Es verdad, sin embargo, y creemos que debe destacarse, que el caso de un bien que pueda atender a la satisfacción de varias necesidades es mencionado por Jevons: Lo dice expresamente:

 

Los principios de la utilidad pueden ilustrarse considerando el modo en que distribuimos una mercancía cuando es susceptible de usos diferentes…¿Qué principios regularán su modo de consumirla?… La teoría de la utilidad facilita, hablando teóricamente, una solución completa al problema.  (28).

 

Dejemos de lado lo de “solución completa al problema”, afirmación que lo pondría, al igual que a Mill, citado arriba, al alcance de la crítica Rothbardiana que mencionamos anteriormente. Desde una epistemología contemporánea ya no serían aceptables ese tipo de afirmaciones.

 

Aquí consideramos, de nuevo, que la insistencia en la utilización de un lenguaje excluyentemente basado en el análisis de funciones matemáticas continuas, diferenciables y derivables, conspira contra un entendimiento cabal del comportamiento humano. Esto se ve cuando plantea:

 

… en el límite tenemos la ecuación

du 1 /  dx  =  du2 / dy

que se cumple cuando x, y son respectivamente iguales a x1 , y1. En otras palabras, los grados de utilidad en los dos usos deben ser iguales. (29)

 

Nosotros nos vemos más inclinados a aceptar, en sintonía con Menger, que, más que una identidad matemática, ambos grados de utilidad, si se prefiere conservar la nomenclatura Jevonsniana, tenderían a confluir.

 

Menger, aborda el tema de una manera muy diferente. Desde el principio de su análisis pone un especial énfasis en que, lo que el llama valor, proviene de la combinación entre la utilidad y la escasez, ambas subjetivamente determinadas:

 

Por tanto, aquel fenómeno vital que llamamos valor de los bienes brota de la misma fuente que el carácter económico de estos últimos, es decir, de la antes descrita relación entre necesidad y masa de bienes disponibles…Se advierte, por tanto, que los bienes no económicos no solo no tienen, como se ha admitido hasta ahora, ningún valor de cambio, sino que en realidad no tienen ningún tipo de valor, y, por tanto, tampoco valor de uso. (30)

 

Lo que años después, en términos de von Wieser se denominó utilidad marginal, (Grenznutzen). (31) Menger mismo, creemos, nunca utilizó esa expresión para aludir a dicho comportamiento. El concepto descrito por Menger fue llamado así por Wieser, en su trabajo de 1889, “ Der natürliche Wert” tal como lo indica Böhm Bawerk, (32) quien nos aporta un punto de vista que compartimos:

 

Como es sabido, la idea fundamental de esta teoría la comparte la escuela austriaca con algunos otros economistas. Un economista alemán, llamado Gossen ya la había expuesto en una obra aparecida en 1854, pero no concitó en aquel entonces la más mínima atención. Algo después y casi simultáneamente fue descubierta la misma idea en tres países distintos, por tres economistas que no se conocían entre sí ni tampoco sabían nada de su antecesor desconocido, Gossen; se trata del inglés W. St. Jevons, de Carl Menger, el fundador de la Escuela Austriaca, y del suizo Walras, y enseguida llegó también a la misma concepción un investigador americano, el Prof. J.B.Clark.

 

Pero en lo que se han adelantado los economistas austriacos a sus otros colegas es, según creo, en la aplicación que hacen de estas ideas fundamentales para lograr una ampliación consecuente de la teoría económica. La idea de la utilidad marginal es, en cierta medida, la clave mágica con la que el experto puede explicar los fenómenos más enredados de la vida económica y resolver los problemas más difíciles de la economía. En esta habilidad deductiva se encuentra, según creo, la fuerza peculiar así como el significado específico de la Escuela Austriaca. (33)

 

Para Böhm Bawerk, el aporte quizás más importante del enfoque de Menger es que, siguiendo asimismo su propia metodología,  la idea es de una potencia inusitada a los efectos de luego poderse deducir, a partir de ella una cantidad muy importante de teoremas económicos esenciales.

 

Como podemos ver, también, en la cita de Böhm Bawerk que acabamos de mencionar, ya para 1891 el término “utilidad marginal” era de uso generalizado dentro de la escuela austriaca.

 

Si bien este concepto de “utilidad marginal”, o “Grenznutzen” acuñado por Wieser, en base al desarrollo de Menger de lo que se puede entender como  los determinantes del valor, nos pudiera parecer exactamente lo mismo que la “utilidad” o “utility” de Jevons, aquí también se deben apuntar los aspectos diferenciales:

 

Vimos que Menger puntualizó que solo los bienes económicos, es decir aquellos cuya cantidad disponible es menor a la cantidad demandada, tiene esa significatividad que llama “valor” o “Werth”, pero que ambos, los bienes económicos y los bienes libres tienen “utilidad” o” Nützlichkeit”.

 

Y es de la opinión que hace falta ser muy claro en esto, por eso nos advierte:

 

Ciertamente, el error del que parte la confusión entre utilidad y valor de uso…es, en todo caso, un duro impedimento para la formación de la teoría general de nuestra ciencia. (34)

 

Nuevamente acompañamos la cita original, dada la necesidad de máxima precisión en este tópico:

 

Allerdings hat der Irrthum, welcher der Verwechsluug von Nützlichkeit und Gebrauchswerth zu Grunde liegt, auf die practische Thätigkeit der Menschen keinen Einfluss gehabt. Vor wie nach hat kein wirthschaftendes Subject unter gewöhnlichen Verhältnissen einem Cubikfuss Luft, oder in quellenreichen Gegenden einem Schoppen Wasser Werth beigelegt, und der Practiker unterscheidet die Tauglichkeit einer Sache, zur Befriedigung eines seiner Bedürfnisse zu dienen, gar sehr von ihrem Werthe; wohl aber ist der obige Irrthum ein arges Hemmniss für die Ausbildung der allgemeineren Lehren unserer Wissenschaft geworden” .  (35)

 

Vale decir que para Menger, entonces, la utilidad no era la fuente del valor.

 

El valor estaba dado por la necesidad que era satisfecha por ese bien, en ese momento y dado cierto stock. Destaco esto, porque la idea completa ha sido muchas veces asociada al concepto de Wieser de “utilidad marginal”, o “Grenznutzen”, y es correcto. Pero eso no nos permite afirmar que Menger y Jevons tenían el mismo entendimiento en lo que respecta a “utilidad” o” Nützlichkeit” o” utility”.

 

Además Menger, estudia la conducta del individuo que toma decisiones económicas, en relación a un sinnúmero de bienes, que no solo pueden satisfacer un sinnúmero de necesidades, sino que, además asume que, muchos de esos bienes pueden satisfacer necesidades diferentes. Y que muchas de esas necesidades pueden, potencialmente ser satisfechas por diferentes clases de bienes.

 

Jevons, en cambio, hace una detallada exposición terminológica al respecto: Así nos explica:

 

No hay dificultad en ver que, cuando utilizamos la palabra valor en el sentido de relación de intercambio, su relación será simplemente cero… El valor es en este sentido una relación entre la cantidad de una mercancía y la cantidad de alguna otra mercancía intercambiada por ella… Cuando utilizamos la palabra valor en el sentido de estima, o urgencia del deseo…el significado de la palabra, como ya se ha explicado, es idéntico al grado de utilidad…Finalmente, el valor de uso… o utilidad total…. (36).

 

 Y hace un cuadro comparativo:

 

Expresión vulgar del significado:                 Expresión científica:

Valor de Uso                                                  Utilidad total.

Estima o urgencia del deseo de más           Grado final de utilidad.

Poder adquisitivo                                         Relación de intercambio.

 

 A nuestro juicio, la concepción de Menger sobre este tópico es, no solo mucho más ordenada, sino también más clara, más sistemática y más pausada. Cada una de sus conclusiones parece irse fundando en conclusiones anteriores. En cambio Jevons parece ir dando forma, de modo totalmente apresurado a una cantidad de ideas que no había terminado de elaborar en cuanto a su exposición sistematizada. A este respecto compartimos el juicio de Manuel Jesús Gonzalez:  (37)

 

… debió de precipitar la formulación en forma de libro de las ideas económicas que, tal como he dicho, borboteaban en la mente de nuestro autor, desde varios años atrás…. En tiempo record dio forma a la Theory of Political Economy… debido a ello, la Theory tiene el perfil de trabajo escrito a uña de caballo en tiempo record. La intensidad del trabajo en las difíciles circunstancias del Owen´s College donde se realizó provocaron la grave enfermedad subsiguiente del economista.

 

 

Las diferencias conceptuales llevan a diferencias mayores:

 

El siguiente aspecto que es de interés analizar es lo que modernamente se conoce como teoría del intercambio, a partir de lo cual, puede construirse una teoría de los precios. Es destacable observar aquí que las diferentes concepciones del fenómeno económico, van llevando a nuestros autores a posiciones en las que las diferencias se ahondan:

 

Jevons define el intercambio partiendo de una definición de mercado razonablemente amplia y a nuestro juicio correcta:

 

Por mercado entenderé algo muy parecido a lo que los hombres de negocios quieren expresar. Originalmente un mercado era un lugar público… pero la palabra se ha generalizado hasta significar cualquier grupo de personas que están en íntima relación comercial y llevan a cabo transacciones frecuentes con cualquier mercancía… Por mercado entenderé dos o más personas que negocian con dos o más mercancías, cuya existencia e intenciones de intercambiarlas son conocidas por todos los demás. Únicamente en la medida en que se extiende esta comunidad de conocimiento, el mercado se extiende. Todas aquellas personas que no estén al tanto en un determinado momento de la relación de intercambio prevalerte, o cuyas existencias no estén disponibles por falta de comunicación, no deben considerarse parte del mercado… y debe haber competencia perfectamente libre, de forma que cualquiera intercambiará con cualquier otro por la menor ventaja perceptible. (38)

 

Como ya se habrá podido notar, su descripción y concepción de lo que, para él, es el mercado se parece muchísimo a lo que modernamente los manuales definen como mercados de competencia perfecta.

 

Y es divertido encontrar ya en Jevons un germen de regulador o planificador, que no encontraremos en Menger:

 

Tan esencial es el conocimiento del estado real de la oferta y la demanda para el funcionamiento reposado del comercio y el verdadero bien de la comunidad que pienso que sería legítimo exigir la publicación de todas las estadísticas necesarias… Y no sería, por consiguiente, ninguna intromisión injustificable en la libertad del individuo requerir cualquier información sobre las existencias disponibles” (39)

 

Al margen de que no se conoce nada similar en el pensamiento de Menger, tampoco se puede dejar de comentar que esta posición de Jevons estaría muy lejos, a la luz de la moderna teoría, de lo que se requiere para una sana y eficiente formación de precios, no solo porque creemos que efectivamente sí vulneraría derechos individuales, sino porque sería la negación del concepto amplio de mercado como proceso y no solo aquella idea restringida de los mercados altamente institucionalizados.

 

En estas definiciones, que Jevons considera esenciales y previas a poder describir el intercambio y su mecánica, determinantes y límites, así como en las de “Cuerpo Comerciante” y  “leyes de indiferencia”, ya vemos a toda una concepción del accionar humano necesitado de ser reglado y definido hasta en detalles mínimos, como pre-requisito al intercambio.

 

Insisto, no pareciera que esta misma concepción estuviera presente en el pensamiento de Menger. Y se sigue queriendo encontrar en el comportamiento humano algún patrón que permita afirmar que los arbitrajes son perfectos, los ajustes de precios son perfectos y la coincidencia entre oferta y demanda debe ser una situación que ocurre necesariamente, inexorablemente en un mundo tan perfecto. Y se vuelve a incurrir en el mismo enfoque de que pareciera que el comportamiento del agregado, aún en cuanto a sumatoria del comportamiento individual, se diferencia siempre y también inexorablemente del comportamiento de cada individuo. Se vuelve a hacer, a nuestro juicio, abandono del individualismo metodológico que no solo creemos necesario a nuestra ciencia, sino que, ya dijimos, se lo considera característico de esta corriente de pensamiento:

 

Como ya he observado, un solo individuo no modifica su consumo de azúcar, mantequilla o huevos de una semana a otra en cantidades infinitesimales, de acuerdo con cada pequeño cambio en el precio. Probablemente sigue con su consumo ordinario hasta que la casualidad dirige su atención a un aumento de precio y el entonces suspende quizá por completo el uso de los artículos durante un tiempo. Pero el conjunto, o lo que es lo mismo el consumo medio de una gran comunidad se observará que varía de forma continua o casi. (40)

 

No negamos, de ningún modo,  que Jevons reconoce que en el individuo, los cambios son discretos y no continuos. También aceptamos que, en el agregado, la magnitud de las variaciones relativas puede ser mucho más atenuada. Puede serlo. Pero de ahí a afirmar que existe una necesidad lógica para afirmar que el agregado se comportará como una función continua, y no discreta, creemos que hay una distancia muy importante. No justificamos esa afirmación. Más bien, sin serlo, nos parecería más justificable lo contrario.

 

Esta es la visión del proceso que impulsa a Jevons a afirmar, como ley que:

 

En el mismo mercado abierto, en cualquier momento, no puede haber dos precios para el mismo tipo de artículo”. (41)

 

Y creemos que aquí ya está muy claro el germen de graves problemas: Se define que necesariamente un mercado debe reunir una cantidad de requisitos que se reconoce que no siempre están presentes y que muchas veces se dan apenas imperfectamente. Y luego se afirma que, entonces, el agregado va a mostrar un comportamiento, en tanto suma de conductas individuales, que siempre y destaco que esto se afirma como necesariamente cierto, siempre es diferente a cada uno de los comportamientos individuales.

 

No parece aventurado afirmar que hay aquí un ansia de modelización de la realidad, del comportamiento de infinidad de individualidades, a las que se las pretende hacer ajustar, quizás solo por razones metodológicas, es decir, necesarias a la metodología que se ha elegido, a estados de reposo, variaciones infinitesimales, cambios continuos, etc.

 

Veamos por que otra cosa, sino, sería importante analizar una situación que se reconoce como inexistente, e incluso forzar un proceso que se sabe dinámico y permanentemente cambiante, como si se comportara como una maquinaria cuyo actuar es perfectamente predecible. Y que tiende a un equilibrio estático exacto, más que a un comportamiento anárquico, que si bien fluctúa, tiende a equilibrios que nunca alcanza:

 

Aunque el precio de la misma mercadería debe ser uniforme en cada momento, puede variar de un instante a otro, y debe ser concebido como en un estado de cambio continuo… no sería posible comprar dos porciones… sucesivamente a la misma relación de intercambio, porque tan pronto como se hubiera comprado la primera porción las condiciones de la utilidad se alterarían. (42)

 

Luego hace una afirmación que consideramos absolutamente arbitraria y que no refleja el comportamiento habitual de los individuos, pero que la considera necesaria para hacer ajustar el comportamiento individual a lo que el necesita metodológicamente:

 

En todo mercado, si una persona compra persistentemente a gran escala, (Aquí se podría objetar que a pequeña escala también ocurriría lo mismo), elevará en última instancia el precio contra sí misma. Por eso es evidente que las compras abundantes sería mejor hacerlas gradualmente, para asegurarse la ventaja de un precio inferior en las primeras compras. (43)

 

Creemos que este no es el reflejo del comportamiento habitual de un operador de mercado: Más bien, si compra es porque cree que los precios futuros serán más altos. Y por eso mismo, y porque cree que los demás competidores puedan percibir lo mismo, es que intentará apurarse y comprar lo antes posibles. Y hasta es posible que se allane a pagar un precio mayor si le aseguran lotes de importante volumen, de nuevo, para anticiparse a esa reacción al alza, que descuenta que ocurrirá en el futuro. Como quiera que sea, no negamos que, en ciertos casos pueda actuar como propone Jevons. Lo que sí sostenemos, es que no existe una necesidad lógica para afirmar que el comportamiento debiera ser así, ni mucho menos, siempre.

 

Pero la metodología empleada hace necesario poder justificar su afirmación de que:

 

Hablando estrictamente, la relación de intercambio en cada momento es la de dy entre dx, de una cantidad infinitamente pequeña de una mercancía a la cantidad infinitamente pequeña de otra mercancía entregada a cambio de ella. La relación de intercambio es en realidad un cociente diferencial. (44)

 

No encontramos ninguna razón que permita justificar esta afirmación, como no sea la pretención de que las relaciones de intercambio deban necesariamente, por razones metodológicas, ser funciones continuas, diferenciables y derivables.

 

Más adelante, el método, creemos, sigue limitando el análisis:

 

Debemos distinguir… entre la estática y la dinámica de este tema. La verdadera condición de la industria es la de perpetua movilidad y cambio… deberíamos tratarlo como un… problema de dinámica-. Pero seguramente sería absurdo intentar abordar la cuestión más difícil cuando todavía dominamos tan imperfectamente la más fácil. Solo me atrevo a tratar la acción del intercambio como un problema puramente estático. Los poseedores de mercancías se contemplarán no como desprendiéndose continuamente de las mismas en flujos de comercio, sino como poseedores de ciertas cantidades fijas que se intercambian hasta llegar al equilibrio. (45)

 

Luego del párrafo citado creemos que  estamos eximidos de mayores precisiones. Aquí Jevons mismo reconoce las limitaciones al análisis a las  que lo ha llevado su enfoque metodológico.

 

Menger, en cambio aborda esta cuestión desde un enfoque muy diferente: En primera instancia nos recuerda el párrafo en que Smith, que planteaba esta conducta común a los humanos, y sobre la cual no arriesgaba cual era la causa, pero sí que era común a todos los hombres y no se encontraba en otras especies animales:

 

No es nuestro propósito, de momento, investigar si esta propensión es uno de esos principios innatos en la naturaleza humana, de los que no puede darse una explicación ulterior, o si, como parece más probable, es la consecuencia de las facultades discursivas y del lenguaje. Es común a todos los hombres y no se encuentra en otras especies de animales, que desconocen estas y otra clase de avenencias. (46)

 

Pero luego analiza que, si bien el intercambio es posible, los individuos no intercambian cosas iguales sin ninguna motivación. Para ello usa el ejemplo de dos agricultores con excedentes de granos de idéntica calidad. Y termina concluyendo que de ningún modo intercambiarían,:

 

… Podrían trocar una y otra vez estas o similares cantidades…pero…me considero autorizado a afirmar… que si… decidieran intercambiar… correrían el peligro inminente… de que los restantes agentes económicos les tacharan de locos. (47)

 

Luego ejemplifica con el caso del cazador a quien le sobran pieles y falta alimento y del campesino en situación “radicalmente opuesta”  y se niega a aceptar que el cazador cambiará sus provisiones escasas por más pieles para vestir. Y destaca que este intercambio, no solo no beneficiaría a ninguno, sino que efectivamente los pondría en situación más desventajosa.

 

De aquí concluye que no hay tal cosa como una tendencia al intercambio, per se, sino que, más bien, hay factores determinantes. No se practica ni por placer ni como fin en sí mismo.

 

Luego nos da el ejemplo de dos campesinos que producen diferentes bienes y ambos tienen la buena fortuna de obtener una cosecha excepcionalmente abundante, que les genera excedentes que no pueden aprovechar. Y aquí nos muestra que luego de intercambiar dichos excedentes, ambos se encontrarán en una situación mucho más ventajosa ya que:

 

Al pasar de A a B y de B a A la disposición de unos bienes concretos, pueden satisfacerse las necesidades de ambos sujetos económicos mejor que si no se produce este mutuo traspaso.  (48)

 

Y destaca que este intercambio de excedentes no entraña ningún tipo de sacrificio para quienes entregan cada bien. Pero luego profundiza en el caso de quien no tiene tales excedentes, sino que podría encontrar un uso a cada una de las porciones de que dispone. Y explica que porque ambos valoran el bien que tienen en menos, que aquel que podrían recibir a cambio, aunque implique un cierto grado de sacrificio, el beneficio que les produciría la nueva situación sería mayor que este costo.

 

Luego nos muestra en que tipo de circunstancias no se realizarían intercambios. Y luego apela al conocido ejemplo de los dos granjeros vecinos quienes cuentan, uno con 20 vacas y ningún caballo y el otro con 20 caballos, pero ninguna vaca.

 

Enfatizando en que, cada caballo, acude a la satisfacción de una necesidad diferente, para quien lo posee, y que lo mismo ocurre para quien tiene las vacas, nos recuerda que jamás ocurriría que cambiaran la totalidad de los caballos por todas las vacas, quedando cada uno en la situación previa de su vecino, ya que esta no sería la mejor situación alcanzable. Y que un intercambio excesivo los pondría en una situación también algo desventajosa.

 

Y de allí infiere que hay límites a este intercambio, y que los individuos van percibiendo estos límites luego de sucesivos y pequeños intercambios, por sucesivas iteraciones. Y la explicación para esto viene de que los agentes económicos han ido ordenando las necesidades que cada una de las posibles existencias de bienes pueden  satisfacer, en concordancia con escalas de prioridades o escalas valorativas, en donde se busca satisfacer primero las necesidad que se considera aportan un grado de satisfacción mayor.

 

Por todo esto llega a concluír:

 

Veríamos que por doquier aparece un determinado momento temporal en el que se registra un límite dentro del cual dos personas pueden intercambiar sus bienes con mutuas ventajas económicas. Pero no puede sobrepasarse este límite, sin que empeore la situación de los agentes económicos… se han agotado las ventajas económicas que pueden derivarse de la puesta en práctica del intercambio. (49)

 

Y es de esta situación que razona y afirma que, entonces, el valor de un bien no es fijo ni siquiera para el mismo individuo, y que las cantidades disponibles permiten o impiden satisfacer ciertas necesidades, en algunos casos, y otras en otros, y que, dado que son las mencionadas satisfacciones las que el individuo persigue como objetivo último de su actuar:

 

En el tráfico comercial de los individuos, y sobre todo en el tráfico de unos pueblos con otros, se echa de ver, de ordinario, que el valor que unos bienes concretos tienen para los hombres está siempre sujeto a oscilaciones, debido principalmente a que en virtud del proceso de producción los individuos económicos disponen de siempre nuevas cantidades de bienes, de tal suerte que se renuevan de continuo los fundamentos del intercambio económico. (50)

 

Como vemos, no es preciso aquí, para Menger de la existencia de artificiosas circunstancias, ni de conocimientos tan completos como inimaginables de ser poseídos por específicos individuos. Los seres humanos que toman decisiones pueden ser ordinarios y falibles, como los que conocemos y de quienes somos muestra, no ya dioses omniscientes. No ha menester de bienes tan infinitamente divisibles que las cantidades sobre las que el individuo debe actuar sean infinitesimales, ni las satisfacciones que de ellas se derivan sean casi, prácticamente, imperceptibles. No es requerido que el proceso deba escapar a esta lógica continua del devenir humano para poder ser comprendido en su totalidad, ni padeceremos aquí de problemas de estática – dinámica imposibles de resolver. Es más: Así también pueden explicarse los arbitrajes interespaciales e intertemporales.

 

 

Algunos puntos metodológicos en los que no se encuentran coincidencias y que pueden considerarse como causales de las disidencias:

 

Es interesante analizar, a los efectos de tratar de comprender las motivaciones del pensamiento de cada uno de estos autores, cuales eran sus visiones en relación a la ciencia que estaban desarrollando. Como veían el proceso de razonamiento y de búsqueda de conclusiones, y es también importante considerar que ambos autores se formaron y vivieron una realidad muy diferente a la del observador actual: En el siglo XIX todavía no se habían expuesto la mayoría de las ideas y corrientes de pensamiento que hoy son esenciales a la epistemología contemporánea. Esto no puede dejar de ser considerado a fin de entender y además, en algún caso, reconocer la importancia de sus aportaciones.

 

Jevons dedica prácticamente toda la introducción de sus “Teoría…” a  exponer sus puntos de vista sobre el “carácter”  de la ciencia, la necesidad de cuantificación, el método más adecuado y  las relaciones con otras ciencias, específicamente la ética.

 

Así sostiene:

 

Es claro que la economía, si es que ha de ser una ciencia, Tiene que ser una ciencia matemática. (51)

 

Es evidente que, ya desde el principio Jevons toma partido por una posición que no solo no era mayoritaria, sino que el era absolutamente conciente de que podía enfrentar un bajo grado de aceptación. Ya en su prólogo a la primera edición advierte:

 

El contenido de las páginas siguientes difícilmente encontrará una fácil acogida entre aquellos que consideran que la ciencia de la economía política ya ha adquirido una forma casi perfecta (52).

 

Luego hace una invocación a la apertura mental y a dejar de lado la autoridad de la academia, posición epistemológica casi del siglo XX, pero que, lamentablemente deja de lado luego cuando dice, como ya citamos:

 

La teoría de la utilidad facilita, hablando teóricamente, una solución completa al problema. (53)

 

En la que nuevamente cae en una posición epistemológica superada, de creer que el saber humano tiene la capacidad de comprender hasta el final de alguna materia.

 

Y luego insiste en el carácter matemático de la economía, en cuanto ciencia, fundándose en una cuestión que, a nuestro juicio, es la que mayores dificultades le traerá, no solo en lo analítico, sino en las conclusiones a las que lo lleva:

 

Mi teoría de la economía, empero, es,  en esencia, puramente matemática. Es más, en la creencia de que las cantidades de las que nos ocupamos deben estar sujetas a la variación continua, no vacilo en utilizar la rama apropiada de la ciencia matemática, aunque ello implique la atrevida consideración de cantidades infinitamente pequeñas. La teoría consiste en la aplicación del cálculo diferencial a los conocidos conceptos de riqueza, utilidad, valor, demanda, oferta, capital, interés, trabajo, y todos los demás conceptos cuantitativos que pertenecen a las operaciones cotidianas de la industria. (54)

 

Y aquí incurre en un problema de lo que modernamente se entendería como “demarcación”: No parece aceptar que una ciencia pueda ser tal aunque no demande del cálculo diferencial. Restringe el concepto de ciencia, a tan solo aquellas ramas del saber humano en donde los conocimientos no solo sean cuantificables de modo exacto, sino que además deben poder observarse y analizarse variaciones infinitesimales. Esta posición, actualmente, creemos que no puede sostenerse:

 

Así como la teoría completa de casi cualquier otra ciencia implica el uso de tal cálculo, no podemos tener una verdadera teoría de la economía sin su ayuda. (55).

 

Lo llamativo del enfoque que desarrolla es que parte de que algunas cuestiones pueden, a veces, expresarse más rápida o sencillamente, o de modo abstracto, mediante alguna apoyatura de lenguaje algebraico. En este aspecto no solo coincidimos, sino que vamos a poder observarlo también, incluso, en Menger. Recordemos cuando este se explaya en su ejemplo de cómo la satisfacción de las necesidades imputa valor a cada uno de los bienes de que el individuo dispone utilizando tablas que incluyen escalas valorativas, en las que cada necesidad es correlacionada con una cifra, que implica el valor de su satisfacción, pero solo a los efectos de una mayor sencillez expositiva y de una más clara comprensión para el lector.

 

En aquella oportunidad, Menger expresa:

 

…para facilitar la comprensión de las siguientes y difíciles investigaciones vamos a intentar dar una expresión numérica a las distintas magnitudes de que hemos venido hablando… (56)

 

Jevons, en cambio, pareciera estar convencido no solo de la conveniencia de expresarse en lenguaje matemático, no ya a efectos expositivos, sino, directamente a efectos de poder expresar cosas que no considera posible expresar de otro modo. Sino que también pareciera estar seguro de la superioridad de este lenguaje por sobre el resto:

 

Los símbolos de los libros matemáticos no son de naturaleza diferente de la del lenguaje. Forman un sistema perfeccionado de lenguaje, adaptado a los conceptos y relaciones que necesitamos expresar. (57)

 

Pero luego hace algunas proposiciones, que, entendemos, bien pueden ser usadas incluso para objetar el uso de las matemáticas, y permanecer utilizando el léxico común a los fines de la explicación de los fenómenos económicos. Y es por eso que, personalmente no dejamos de sorprendernos de su insistencia en esta cuestión metodológica, cuando, creemos, él mismo vislumbró algunos de los obstáculos que se le iban presentando. Recordemos cuando dice:

 

…(los símbolos matemáticos) No constituyen el modo de razonamiento al que sirven de soporte: Simplemente facilitan su presentación y comprensión. (58)

 

Pero, a renglón seguido, insiste en la, podríamos decir, “carácter imprescindible” de las matemáticas a los efectos de la investigación económica cuando afirma:

 

Por tanto, si en economía tenemos que trabajar con cantidades y complicadas relaciones entre cantidades, debemos razonar matemáticamente. No hacemos la ciencia menos matemática por evitar los símbolos algebraicos. Simplemente nos negamos a emplear, en una ciencia muy imperfecta grandemente necesitada de todo tipo de ayuda el aparato de signos apropiados que se considera indispensable en otras ciencias. (59)

 

Aquí creemos necesario permitirnos la licencia de hacer una interpretación, que pueda ser refutada, pero que, en tanto aceptada, invalidaría el enfoque de Jevons. Pareciera que él realmente creía que la utilización del lenguaje matemático era imprescindible para poder explicar adecuadamente el fenómeno que estaba analizando, es decir, concretamente el valor, y a partir de esto, lo que luego se conoció como utilidad marginal decreciente. Entonces es muy  claro que podía tomar dos posiciones: O lo hacía mediante el lenguaje matemático, o no podría hacerlo de forma tan clara que el tópico pudiera ser comprendido en forma completa. Es decir: Lo hacía así, porque sino, no podría explicarlo.

 

Bien, creemos entonces que Menger demostró, como mínimo, lo contrario. Sin apelaciones al álgebra, sin necesidad de cálculo diferencial, la cuestión quedó, creemos, muy clara. Tan clara que su pensamiento pudo luego dar origen a una nueva escuela de pensamiento económico.

 

Pero hay otro aspecto más, en el pensamiento de Jevons que merece ser analizado, ya que se encuentra en las antípodas de la tradición austriaca, y es lo que el llamó “capacidad de medición exacta”.

 

En una detallada explicación, Jevons demuestra un entendimiento cabal  muy adelantado a su época en términos de lo que una ciencia podía avanzar, en lo teórico, aún sin conocer lo concreto, ni poder demostrarlo:

 

Si los físicos hubieran esperado a que sus datos fueran precisos antes de servirse de la ayuda de las matemáticas, estaríamos en la era de la ciencia que terminó en la época de Galileo. (60)

 

Pero luego insiste e que a economía debería perseguir un método que lo lleve a cuantificar en forma exacta todas las variables involucradas:

 

Y no puede haber duda de que el placer, el dolor, el trabajo, la utilidad, el valor, la riqueza, el dinero, el capital, etc.  son todos conceptos cuantificables”. (61)

 

Pero, casi 140 años después, y aunque pudiera pesarle, muchos economistas, especialmente herederos de la tradición de Menger siguen dudando en cuantificar objetivamente y en forma exacta y medible aspectos de la vida humana como el placer, el dolor, la utilidad y el valor. Afirmo que no solo puede haber duda. De hecho la duda subsiste. Por decir lo menos. También podríamos decir que, más bien, se afirma lo contrario.

 

Menger entendía que existían determinantes originarios de la conducta humana. Y que el estudio de estos y de su influencia nos permitiría trazar líneas teóricas precisas, aunque no exactas, dado que la existencia de otras importantes influencias impedían predecir lo que iba a ocurrir en la vida real, con la exactitud con que sí podían hacerlo las ciencias exactas naturales, como el las llamó.

 

Así, en relación a los determinantes nos dijo:

 

Los factores más originarios de la economía humana son las necesidades, los bienes que la naturaleza pone inmediatamente a disposición del hombre, (tanto los bienes de consumo como los medios de producción), y la aspiración a la satisfacción lo más completa posible de esas necesidades, (o sea la cobertura lo más completa posible de la necesidad de esos bienes. (62)

 

Se refiere a ellos como los determinantes originarios de la conducta del individuo. Y luego toma una posición que sería muy profundizada por la Escuela Austriaca, al afirmar que en definitiva, el problema económico esencial no es la  escasez, como muchos han afirmado, sino la asignación. La escasez es una condición insuperable, de la esencia de la problemática económica. Sin escasez no hay bienes económicos, sino bienes libres. Lo que no se puede resolver no es un problema, es una condición. La asignación es lo que se debe intentar resolver:

 

Todos estos factores son, en última instancia, independientes de la voluntad humana y están determinados por la situación contingente: el punto de partida y el punto de llegada de toda economía, (necesidad y cantidad disponible de bienes, por un lado, y la más completa satisfacción de las necesidades, por el otro), son dados a los sujetos económicos y están rigurosamente determinados en su naturaleza y en su medida. (63)

 

Creemos que Menger se refería a leyes del comportamiento humano, en cuanto tendencias. No a la precisión rigurosa susceptible de ser encontrada en las leyes de la termodinamia o en ese tipo de enunciados teóricos. Y diferencia su metodología a la que llama “investigación exacta”, de la empirista, hipotético deductiva, que llama “empírica”:

 

La orientación exacta de la investigación teórica debería mostrarnos las leyes por las que, partiendo de la situación dada,  de  los factores más elementales de la economía humana, aislados de otros factores que pueden influir sobre los fenómenos humanos reales, se desarrollan los fenómenos más complejos de la economía humana, pero no la vida real en su totalidad; esta orientación debería permitirnos conocer la naturaleza y la medida de estos fenómenos de manera análoga a lo que sucede en las ciencias naturales exactas con los fenómenos naturales”.  (64)

 

Pero era absolutamente conciente que no se podía alcanzar tal grado de certidumbre ni desarrollar tal capacidad predictiva como la que se obtienen en otras ciencias:

 

En efecto, podemos admitir sin más que los hombres, en lo que respecta a la economía, no obedecen exclusivamente a una motivación, (en nuestro caso,  al propio egoísmo), sino también a errores, ignorancia, coacción externa, y que por tanto una indagación realista en el campo económico no puede llegar a resultados plenamente rigurosos. (65)

 

Y más adelante  sienta, de alguna manera las bases de lo que luego se conoció a través de Hayek como el ámbito de los fenómenos altamente complejos cuando afirma:

 

Cuanto más complejo es un ámbito fenoménico, tanto más amplia y ardua es la tarea de reducir los fenómenos a sus elementos más simples y de indagar el proceso por el que los primeros de los segundos, en  virtud de una ley, y tanto más difícil resulta obtener resultados completos y suficientes en la investigación exacta…. …cuando se trata de conocimientos teóricos referentes a fenómenos complejos de un determinado campo, suele dominar la orientación realista, mientras que si se trata de fenómenos menos complejos,  domina la orientación exacta. (66)

 

En todo eso se basa para establecer una defensa muy firme de su metodología, en tanto exacta, y su autonomía en relación a los estudios empíricos, que, en cambio, apuntan a una rigurosidad mayor, que no considera realista. Del mismo modo que los errores de observación del movimiento de los planetas llevaron a los antiguos a la teoría de los epiciclos, que solo un buen análisis teórico pudo derribar, así también Menger defiende el razonamiento apriorístico al manifestar:

 

Entre los economistas está muy extendida la opinión de que las leyes empíricas, “como leyes basadas en la experiencia”, ofrecen mayor garantía de verdad en sus resultados que los de la investigación exacta, que se obtienen, según se piensa, deductivamente de axiomas apriorísticos, y por ello, en caso de contradicción entre ambos grupos de conocimientos científicos, el de los segundos debería ajustarse al de los primeros y ser justificados por ellos. La investigación exacta estaría, pues, subordinada metodológicamente a la investigación empírica, por lo que esta sería la vía cognoscitiva más perfecta. No es preciso observar que semejante concepción afecta de manera sensible a la posición de la investigación exacta en la economía política, e implica incluso la negación de su autonomía. (67)

 

En una realidad histórica en la que sus ideas apenas alcanzaban a empezar a darse a conocer y en donde no solo el empirismo sino también el positivismo eran el centro de la escena académica de la época no podemos dejar de reconocer la enorme estatura intelectual del maestro que, en absoluta soledad, y mucho antes de que la epistemología del siglo XX le diera otra apoyatura postulaba:

 

Pretender verificar  las teorías económicas exactas en la plena experiencia es un contrasentido metodológico y denota desconocimiento de los fundamentos y presupuestos de la investigación exacta y de los particulares objetivos que persiguen las ciencias exactas. Pretender someter la teoría económica pura a la prueba de la experiencia en su plena realidad es un procedimiento análogo al del matemático que quisiera legitimar los principios de la geometría mediante la medición de objetos reales, sin tener en cuenta que estos últimos no se identifican sin más con las magnitudes que supone la geometría pura, y que toda medición contiene necesariamente elementos de imprecisión. (68)

 

 

Agradecimiento:

 

Se quiere dejar constancia aquí de que algunos de los problemas terminológicos que se han debido sortear, y que en algunos casos nos han movido a presentar ciertas citas en idioma original, no podrían haber sido salvados completamente sin la colaboración de la Sra. Ingrid Hildegard Püls quien amablemente se prestó a  leer algunos párrafos y colaborar en la concordancia, en aquellos aspectos más difíciles. De todos modos, cualquier imprecisión que pudiera subsistir, o incluso los errores que se hubieran podido deslizar, se deberían, en cualquier caso, a mi entera responsabilidad.

 

 

Bibliografía:

 

1)      Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 pp. 103 y 110.  ISBN: 84-7209-315-8

2)      Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. pp. 97-98 ISBN: 84-368-1285-9

3)      Spiegel, Henry W., “The Growth of Economic Thought”, trad.: “El desarrollo del pensamiento económico”. Ediciones Omega: Barcelona 1996. ISBN: 84-282-0355-5. pp. 589 y ss.

4)      Beccaria, Cesare Bonsana: “Tentativo analitico sui contrabandi” Il caffé, 1764. Trad y edit. Por Baumol, W y Goldfield, S. “Precursor in Mathematical Economics: An Anthology: London School of Economics and Political Sciences, London, 1968. pp 149 y 150. En castellano en : Segura, Julio, Rodriguez Braun, Carlos: “La economía en sus textos”  Taurus, Madrid, 1998 ISBN: 84-306-0320-4, pp 149 a 152.

5)      Segura, Julio, Rodriguez Braun, Carlos: “La economía en sus textos”  Taurus, Madrid, 1998 ISBN: 84-306-0320-4, pp 171 a 188.

6)      Mill, John Stuart: “The Principles of Political Economy with some of their applications to social philosophy” Preliminary Remarks en: http://socserv2.socsci.mcmaster.ca/~econ/ugcm/3ll3/mill/prin/book1/prel.txt

7)      Ricardo, David: “On the Principles of Political Economy and Taxation” trad.: “Principios de economía política y tributación”  Fondo de Cultura Económica: México, 1959. ISBN: 968-16-1889-0 p. 205.

8)      Murray Newton Rothbard, “An Austrian Perspective on the History of Economic Thought” trad. Historia del Pensamiento Económico, Volumen II Madrid, Unión Editorial S.A., 1999, p. 314. ISBN: 84-7209-335-2

9)      Murray Newton Rothbard, “An Austrian Perspective on the History of Economic Thought” trad. Historia del Pensamiento Económico, Volumen II Madrid, Unión Editorial S.A., 1999, p. 314. ISBN: 84-7209-335-2.

10)  Harry Landreth y David Colander, “History of Economic Thought” trad. Historia del Pensamiento Económico, México, Compañía Editorial Continental, 1ª. Edición en Castellano 1998, p. 211 y ss.  ISBN: 968-26-1303-5.

11)  Segura, Julio, Rodriguez Braun, Carlos: “La economía en sus textos”  Taurus, Madrid, 1998 ISBN: 84-306-0320-4, pp 55 y 56.

12)  Eric Roll, “A History of Economic Thought” trad. Historia de las Doctrinas Económicas”, México, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, pp. 337. ISBN: 968-16-4086-1

13)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. pp. 98 y 99 ISBN: 84-368-1285-9

14)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. En: http://www.econlib.org/LIBRARY/YPDBooks/Jevons/jvnPE.html Ver : III . 15 a  III . 22

15)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 pp. 176.  ISBN: 84-7209-315-8

16)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 pp. 171.  ISBN: 84-7209-315-8

17)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 pp. 176 y 177.  ISBN: 84-7209-315-8

18)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” En: http://oll.libertyfund.org/?option=com_staticxt&staticfile=show.php%3Ftitle=1279&chapter=90284&layout=html&Itemid=27

            Ver: Ueber das Wesen und den Ursprung des Güterwerthes.

19)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 p. 178.  ISBN: 84-7209-315-8

20)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 97 ISBN: 84-368-1285-9

21)  Robert B. Ekelund, Jr. Y Robert F. Hébert, “A History of Economic Theory and Method” trad.” Historia de la Teoría Económica y de su Método”, Madrid, Mc Graw Hill, 3ª. Edición, 1992, p. 595 y ss. ISBN: 84-7615-772-X

22)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 97 ISBN: 84-368-1285-9

23)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 p. 206.  ISBN: 84-7209-315-8

24)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 100. ISBN: 84-368-1285-9

25)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. pp. 100 – 101. ISBN: 84-368-1285-9

26)  Robert B. Ekelund, Jr. Y Robert F. Hébert, “A History of Economic Theory and Method” trad.” Historia de la Teoría Económica y de su Método”, Madrid, Mc Graw Hill, 3ª. Edición, 1992, p. 595 y ss. ISBN: 84-7615-772-X

27)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 101. ISBN: 84-368-1285-9

28)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 107. ISBN: 84-368-1285-9

29)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 108.  ISBN: 84-368-1285-9

30)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 pp. 173 y 176.  ISBN: 84-7209-315-8

31)  Wieser, Friedrich von: “ The Austrian School and the Theory of Value”  The Economic Journal, volume 1. en http://socserv.mcmaster.ca/econ/ugcm/3ll3/wieser/austrian.txt

32)  Böhm Bawerk, Eugen Ritter von: “The Austrian Economists”: Ensayo en ingles publicado en 1891 en “Annals of the American Academy of Political and Social Science”, vol I, pp. 361-384. Trad y editado: “Ensayos de Teoría Económica: Vol I La Teoría Económica” Madrid, Unión Editorial. 1999 p. 214.  ISBN: 84-7209-347-6

33)  Böhm Bawerk, Eugen Ritter von: “The Austrian Economists”: Ensayo en ingles publicado en 1891 en “Annals of the American Academy of Political and Social Science”, vol I, pp. 361-384. Trad y editado: “Ensayos de Teoría Económica: Vol I La Teoría Económica” Madrid, Unión Editorial. 1999 pp. 210 y 211.  ISBN: 84-7209-347-6

34)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 pp. 176 y 177.  ISBN: 84-7209-315-8

35)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” En: http://oll.libertyfund.org/?option=com_staticxt&staticfile=show.php%3Ftitle=1279&chapter=90284&layout=html&Itemid=27

            Ver: Ueber das Wesen und den Ursprung des Güterwerthes.

36)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. pp. 124 – 125 ISBN: 84-368-1285-9

37)  Gonzalez, Manuel Jesús: “Estudio preliminar”, en Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 20 ISBN: 84-368-1285-9

38)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. pp. 125 – 126 ISBN: 84-368-1285-9

39)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 127 ISBN: 84-368-1285-9

40)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. pp. 128 – 129 ISBN: 84-368-1285-9

41)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 130 ISBN: 84-368-1285-9

42)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 130 ISBN: 84-368-1285-9

43)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 131 ISBN: 84-368-1285-9

44)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 131 ISBN: 84-368-1285-9

45)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 131 ISBN: 84-368-1285-9

46)  Adam Smith, “An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations” trad. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones.”, México, Fondo de Cultura Económica, Novena Reimpresión 1997, pp. 16. ISBN: 968-16-0210-2

47)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 pp. 235 y 236.  ISBN: 84-7209-315-8

48)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 p. 237.  ISBN: 84-7209-315-8

49)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 p. 248.  ISBN: 84-7209-315-8

50)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 p. 248.  ISBN: 84-7209-315-8

51)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 68 ISBN: 84-368-1285-9

52)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 35 ISBN: 84-368-1285-9

53)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 107 ISBN: 84-368-1285-9

54)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 68 ISBN: 84-368-1285-9

55)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 68 ISBN: 84-368-1285-9

56)  Menger, Carl: “Grundsätze der Volkswirtschaftslehre” trad. Principios de Economía Política”.  Madrid, Unión Editorial. 1997 p. 183.  ISBN: 84-7209-315-8

57)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 69  ISBN: 84-368-1285-9

58)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 69  ISBN: 84-368-1285-9

59)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. pp. 69 – 70 ISBN: 84-368-1285-9

60)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 70 ISBN: 84-368-1285-9

61)  Jevons, William Stanley: “The Theory of Political Economy” Macmillan & Co. London, 1871. Third Edition 1888. Trad. “La Teoría de la Economía Política”. Edic. Pirámide SA. Madrid 1998. p. 73 ISBN: 84-368-1285-9

62)  Menger, Carl: “Untersuchungenüber die Methode der Social wissenschaften und der politischen Ökonomie insbesondere” trad. “Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en particular”.  Madrid, Unión Editorial. 2006 p. 133   ISBN: 84-7209-436-7

63)  Menger, Carl: “Untersuchungenüber die Methode der Social wissenschaften und der politischen Ökonomie insbesondere” trad. “Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en particular”.  Madrid, Unión Editorial. 2006 p. 133   ISBN: 84-7209-436-7

64)  Menger, Carl: “Untersuchungenüber die Methode der Social wissenschaften und der politischen Ökonomie insbesondere” trad. “Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en particular”.  Madrid, Unión Editorial. 2006 p. 133   ISBN: 84-7209-436-7

65)  Menger, Carl: “Untersuchungenüber die Methode der Social wissenschaften und der politischen Ökonomie insbesondere” trad. “Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en particular”.  Madrid, Unión Editorial. 2006 pp. 133 – 134  ISBN: 84-7209-436-7

66)  Menger, Carl: “Untersuchungenüber die Methode der Social wissenschaften und der politischen Ökonomie insbesondere” trad. “Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en particular”.  Madrid, Unión Editorial. 2006 p. 139   ISBN: 84-7209-436-7

67)  Menger, Carl: “Untersuchungenüber die Methode der Social wissenschaften und der politischen Ökonomie insbesondere” trad. “Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en particular”.  Madrid, Unión Editorial. 2006 p. 140   ISBN: 84-7209-436-7

68)  Menger, Carl: “Untersuchungenüber die Methode der Social wissenschaften und der politischen Ökonomie insbesondere” trad. “Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en particular”.  Madrid, Unión Editorial. 2006 p. 140   ISBN: 84-7209-436-7

 

 

 

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Fecha de publicación: 13 de marzo de 2010.

 

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