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LA INFLACIÓN ESTRUCTURAL SEGÚN J.H.G. OLIVERA.

Por Lic. Bruno D. Abriata [*]

 

Este breve trabajo es un resumen explicativo del trabajo de Julio Olivera “On structural inflation and Latin-American Structuralism”, con el agregado de algunos gráficos y acotaciones de tipo histórico. Él es sin duda el más destacado autor argentino a nivel académico, reconocido a nivel mundial, y a su vez autor del atractivo, muy utilizado y a la vez poco comprendido concepto de “inflación estructural”, de manera que aquí se tiene la doble intención de rescatar la teoría del maestro Olivera para incorporarla a la discusión acerca de la inflación, y de poner luz sobre el citado concepto creado por él.

 

 

La inflación como consecuencia de cambios en los precios relativos

 

Comienza el análisis a partir de una situación en la cual el set de precios relativos iguala la oferta y la demanda en cada uno de los mercados de bienes y factores. Si ocurriera una cambio en las preferencias y gustos, el resultado sería, en principio, una variación en los precios relativos (excepto en el improbable caso de que haya costos marginales constantes). Se sabe también que mientras menores sean las elasticidades de oferta, mayor será el cambio en los precios. Y en caso de que ésta sea completamente inelástica, el cambio en los patrones de gasto se reflejará de manera completa en la nueva estructura de precios relativos.

 

En una economía monetaria estos cambios de precios relativos se verán reflejados en cambios en los precios monetarios. ¿Qué implicancias tiene esto en el nivel general de precios?

 

Supongamos primero que la cantidad de dinero y la velocidad de circulación son pasivos (equilibrio contínuo en el mercado monetario). El resultado final dependerá de la respuesta de los precios individuales, pero hay dos casos extremos en los cuales el nivel de precios es predecible: si los precios son perfectamente flexibles, todos se ajustarán a la misma velocidad en proporción al exceso de demanda, sin tener impacto en el nivel general de precios. Es decir: si todos los mercados están en equilibrio, pero de pronto se produce un incremento de demanda en el del bien A, el precio de A responderá incrementándose al tiempo que los precios de los demás bienes se reducirán, hasta que la nueva estructura de precios relativos refleje este cambio en la demanda relativa de los bienes (las bajas de precios compensan la suba de A, o “flexibilidad simétrica”). El otro caso extremo ocurre cuando hay absoluta inflexibilidad, hacia arriba o hacia abajo, de todos los precios, en cuyo caso la variación de precios irá en una sola dirección (flexibilidad unidireccional, hacia arriba cuando son inflexibles a la baja, y viceversa). Así, si los precios son inflexibles a la baja, un cambio en los precios relativos se reflejara en una suba del nivel general de precios (NGP), subiendo más aquellos bienes favorecidos por los nuevos precios relativos.

 

Cualquier cambio en los precios relativos producto de cambios en las condiciones de oferta y demanda (relaciones marginales de sustitución, funciones de producción, preferencias, precio de factores) producirá igualmente, en caso de inflexibilidad a la baja, incremento en el NGP.

 

La magnitud del cambio en el NGP depende de la manera en que los precios relativos responden a cambios en los valores de equilibrio (si el proceso iniciado es divergente o convergente).

 



 

Aún si el proceso fuera convergente, hay una diferencia entre la magnitud inflacionaria si el proceso fuera oscilante que si fuera monótono. Si fuera oscilante, ésta sería mayor que si fuera monótono. Recordemos que la suba de NGP no es reversible, de hecho para que se reacomoden los precios relativos serán necesarias nuevas subas de precios (nótese la relación con las pujas distributivas en general y con el fracaso del Plan Krieger Vasena por la espiral salario precios generada por la suba de los precios flex). Así, las “idas y vueltas” en los precios relativos hasta que se acomodan en sus valores de equilibrio resultan no en subas y bajas de los precios monetarios de los distintos bienes, sino en subas de distintas magnitudes.

 


 

Si comparamos la magnitud de la suba del NGP con la magnitud del cambio en los precios relativos obtenemos un “multiplicador de la inflación estructural”. Cualquier cambio en los valores de equilibrio de los precios relativos puede llevar a tres tipos de secuencias: a)suba de precios de duración limitada, b) suba de precios ilimitada a ritmo constante o c) subas de precios ilimitada a ritmo creciente (b y c son sistemas dinámicos inestables).

 


 

 

La inflación estructural y el ajuste del mercado monetario

 

Hemos supuesto que la cantidad de dinero y la velocidad de circulación acompañan pasivamente el incremento en los precios, no al revés. En la realidad, la velocidad de circulación se comporta pasivamente (si lo hace) sólo en una franja muy estrecha, fuera de la cual cualquier transferencia de fondos entre dinero ocioso y dinero activo (que produce interés) se limita a reaccionar a la situación del mercado. En cuanto a la oferta monetaria, puede ser adaptada a otros objetivos de política monetaria que no sean acompañar el incremento de precios, que la harán autónoma.

 

Igual, aún si la velocidad ni la cantidad de dinero fueran pasivas, existe la posibilidad de un ajuste monetario, es decir, de que éste se produzca no por un incremento de la oferta nominal de dinero para compensar la caída de los saldos reales, sino por una disminución de la demanda de dinero. De esta manera, si las autoridades monetarias se abstienen de hacer crecer la oferta monetaria en la medida requerida para poder vender la producción actual a los precios más altos, habrá una disminución en los niveles de producción y empleo. Éste ha sido el problema presente en los planes de estabilización ortodoxa ejecutados durante la ISI.

 

Si la rigidez a la baja no es absoluta, el exceso de oferta hará retroceder parcialmente los aumentos previos de precios. Esta rigidez parcial puede deberse a dos causas: o bien porque la baja de precios está directamente limitada, o bien porque la tasa de reducción por unidad tiempo es muy baja, de manera que en el largo plazo las subas estructurales de precios serían sólo temporarias, y se requerirían permanentes cambios en los precios relativos para mantener la inflación estructural.

 

 

Inflación y crecimiento económico

 

Hay en la escuela estructuralista latinoamericana dos posiciones al respecto. Una es la que interpreta a la inflación como un subproducto no deseado del crecimiento (‘hay que enfriar la economía’) y otra que ve al estancamiento como la causa de la inflación (desarrollismo).

 

La relación entre inflación estructural y crecimiento no es simple ni unívoca. Pueden presentarse cuatro escenarios:

 

  • el óptimo, de ‘crecimiento balanceado’, que logra una elástica y contínua adaptación de la oferta (en permanente expansión) a los patrones de demanda. Esto es lo que ocurre en los países desarrollados y básicamente lo que buscaba el desarrollismo, y a su vez lo que persiguen algunos países en desarrollo y no consiguen, dado que la incertidumbre e inseguridad jurídica desalientan las inversiones, de manera que a la oferta le cuesta adaptarse a la demanda. En el escenario óptimo, los mercados permanecen constantemente ‘limpios’, sin que se produzcan cambios de precios relativos. En definitiva, el escenario óptimo requiere oferta elástica, lo cual genera CMg constante, y eso hace que un incremento de demanda sea respondido vía incremento de producción y no de precios;

     

  • los escenarios intermedios: crecimiento desequilibrado, con inflación estructural, donde el incremento de la producción no logra adaptarse completamente a la demanda, generando cambios de precios relativos y, debido a la presencia de rigideces, inflación estructural; el otro escenario intermedio es el de estancamiento equilibrado, sin inflación, debido a que no ocurren cambios en los precios relativos;

     

  • el pésimo, de estanflación, combinando estancamiento con inestabilidad en los precios relativos.

 

No deberíamos apresurarnos a ubicar a nuestro país en el escenario de crecimiento desequilibrado, por algo que explicaremos luego.

 

Dice Olivera que hay dos fuerzas en pugna. El crecimiento es normalmente acompañado por un mayor grado de cambio (los argumentos de esta aseveración hechos por Olivera no son del todo convincentes) que el estancamiento, por lo que una economía creciente está sujeta a variaciones más fuertes de los términos de intercambio intersectoriales, debido a indivisibilidades, retardos en las respuestas y errores de cálculo en las inversiones y los planes de producción. Pero por otro lado, en estas economías los ajustes de precios relativos ocurren con “menos dolor” y más facilidad, dado que el crecimiento hace que una pérdida en términos relativos pueda implicar igual una ganancia en términos absolutos para un sector (ejemplo, aquí, en varios períodos, pese a la baja de los términos de intercambio, el sector agrícola incrementó mucho su ganancia debido a los grandes incrementos en producción y productividad -1960 a 2000). En estancamiento, cambio en los precios relativos significará pérdidas para ciertos sectores, y si estos tienen cierto control sobre los precios (sindicatos poderosos), el ajuste, si es convergente, será oscilante, terminando en un mayor nivel de precios que si estos grupos no tuvieran poder. En definitiva, en una economía en crecimiento, el “multiplicando” [d(Pa/Pb)] es mayor que en una estancada, pero el multiplicador (H) es menor.

 

 

Inflación y desarrollo económico

 

En la visión de Olivera, la relación entre estas dos variables se ve mejor desde el punto de vista del mecanismo de precios. El desarrollo mejora la calidad del sistema de precios como asignador de recursos, dado que genera cambios en la movilidad de factores, en su respuesta a cambios en precios relativos y en la flexibilidad de los precios.

 

Por un lado, la evolución económica incrementa el peso de las manufacturas y los servicios organizados en el total del producto, siendo estos dos sectores con alto grado de rigidez de precio, frente a la mayor flexibilidad de la agricultura. Pero, a contramano, esta evolución incrementa la movilidad de los factores: la tierra (por desarrollo del mercado de tierras y mayor división de la misma –en la actualidad ésta tiende a concentrarse-), el capital (por el desarrollo del sistema financiero) y el trabajo (por el incremento de la influencia de elementos no pecuniarios al momento de elegir un trabajo, el mejor y más barato transporte y la mejora en la educación, jugando en contra el fortalecimiento de los sindicatos).

 

Combinando estos dos factores (flexibilidad de precios y movilidad de factores) en el largo plazo, podemos concluir que el riesgo de inflación estructural es mínimo en economías muy primitivas o muy desarrolladas, y alto en economías en proceso de desarrollo, o ‘estadio intermedio’. En el primer caso, las economías primitivas, sin industrias importantes ni sindicatos fuertes, tienen precios flexibles, de manera que los ajustes no requieren subas generales. Esto de hecho se puede corroborar en la Argentina, donde hasta el fin del modelo agroexportador no había índices de inflación de más de un dígito anual. En las economías desarrolladas, es la alta movilidad de factores la que impide la aparición de inflación estructural. Y es finalmente en las economías intermedias, que al combinar un importante grado de industrialización con un bajo grado de movilidad de factores, generan el ambiente para la inflación estructural.

 

Este estadío no es inevitable, de hecho en los países desarrollados, la alta movilidad de factores precedió al proceso de industrialización (ejemplo: instalación de los ferrocarriles en EE.UU.).

 

 

El estructuralismo y las políticas económicas

 

Es la principal flaqueza de esta corriente, dado que en definitiva son reformas de largo plazo las que deben encararse contra la inflación estructural, pero no expresa remedios de corto plazo para acabar con inflaciones anuales del 20% o más.

 

El estructural es el tipo menos manejable de inflación. Es menos susceptible a los instrumentos de política económica que la de demand pull, y aún menos que la de cost push.

 

El término estructural es ambiguo. Muchos países, debido a factores estructurales, tienen tendencia crónica a inflación de demanda, que no es lo mismo que la inflación estructural. La inflación de demanda ocurre porque se quiere invertir más de lo que se ahorra. Y a veces parece que el estructuralismo engloba a todos estos casos.

 

Hay otra característica del estructuralismo que tiende a hacer al problema de la política económica más de grande de lo que debería, y es la subestimación de la política financiera. Esto surge del argumento de que la inflación es de naturaleza no financiera, pero ello no implica que el remedio deba ser no financiero, pues el grado de flexibilidad de los precios no es completamente ajeno a la situación de liquidez, y más aún, la movilidad del capital líquido y el desarrollo del sistema financiero pueden compensar la falta de movilidad de los otros factores. Debe recordarse que la movilidad del capital es muy permeable a las políticas financieras y regulaciones impositivas.

 

Conclusión

 

Se ha presentado el concepto de inflación estructural, tras lo cual cabe preguntarse si el caso argentino es verdaderamente de inflación estructural, o se trata de una tendencia estructural a la inflación de demanda.

 

En el primer caso, podría ser tenida en cuenta, como idea general, la propuesta desarrollista, que en definitiva buscaba tener una oferta más elástica. En el segundo, será cuestión de poner énfasis en la consistencia de las políticas y revisar los incentivos al consumo, el ahorro y la inversión. No es ajeno a esto el comportamiento violento y errático del crecimiento y la inversión en nuestro país.

 

Es sumamente interesante ver cómo, mas de 40 años después de escrito el paper de Oliveira y el trabajo de Frigerio (‘El estatuto del subdesarrollo’), sus análisis sigan siendo válidos.

 

Referencias:

[*] Lic. en Economía (U.N.R.).

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Fecha de publicación: 04/12/2009

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