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POPPER Y SUS DISPUTAS ACERCA DEL CONOCIMIENTO.

Por Nicolás Martínez Sáez [*]


Resumen.


El presente trabajo tiene como objetivo exponer de manera sintética las controversias que se han suscitado acerca del conocimiento entre los filósofos positivistas del Círculo de Viena, los filósofos más importantes de la primera etapa de la Escuela de Frankfurt y el filósofo austriaco Karl Popper (1902-1994). A través de estos autores se intentará rescatar las críticas de sus teorías acerca del conocimiento y algunas de sus consecuencias y repercusiones políticas más importantes.


Karl Popper es el principal representante del racionalismo metafísico y es presentado en este trabajo como un filósofo distante del positivismo y cuyos aportes han sido notables para el mundo filosófico y científico. Así mismo se destacarán algunas semejanzas y diferencias de éste autor con los filósofos de la Escuela de Frankfurt en sus críticas a la razón positivista.


El trabajo pretende recuperar estas discusiones para asumir a partir de ellas nuevos puntos de vista superadores que logren una mejor explicación, comprensión y revalorización de los asuntos filosóficos de los cuales se derivan los problemas del conocimiento y de la política.


Parte 1: Karl Popper y el Positivismo.


“Nada está construido en la piedra.

Todo está construido en la arena.

Pero debemos construirlo como si la arena fuese piedra.”

Jorge Luis Borges


Karl Raimund Popper (1902-1994) fue un filósofo austriaco interesado en los problemas del conocimiento y que mantuvo diversas disputas acerca de éste con el positivismo lógico y los neomarxistas de la Escuela de Frankfurt. ¿Fue Popper un positivista? O tal vez una pregunta más interesante sea ¿Por qué muchos filósofos lo etiquetaron como positivista? Desde la tradición filosófica se denomina positivista al escéptico metafísico que atiende a “lo dado” por los hechos inmediatos de la experiencia reservándose de hacer cualquier tipo de especulación metafísica. El Círculo de Viena, surgido en la década del veinte, abogó por una concepción científica del mundo, defendiendo el método de la inducción y criticando cualquier tipo de especulación metafísica. Señalaré algunos puntos que podrían identificar las diferencias principales entre los positivistas lógicos y Karl Popper:


1. El Círculo de Viena, dónde se aglutinaron los representantes más importantes del positivismo lógico, tenía como base teórica la negación de la metafísica por considerarla carente de sentido y de utilidad. Popper nunca aceptó ésta idea y, al contrario, afirmó que la ciencia requería de una metafísica que la sostenga y reconoció a los problemas filosóficos metafísicos como auténticos problemas del conocimiento


2. A diferencia de los positivistas lógicos, Popper sostuvo una posición antiinductivista y afirmó que todo conocimiento era conjetural y que un conocimiento podía considerarse científico cuando contenía argumentos que podrían ser falsables, o ser refutables luego de ser sometidos a una crítica racional. Para los positivistas lógicos la inducción era un aspecto fundamental y primordial de su epistemología [1].


3. El golpe conceptual popperiano al positivismo fue la idea de falsacionismo contrapuesta a la idea de verificabilidad inductivista. Popper entiende que el problema del conocimiento no consiste tanto en cómo fundamos la certeza y la verdad sino más bien en cómo se desarrolla y acrecienta la ciencia, que a modo de conjeturas, en forma de hipótesis, se presentan soluciones tentativas a problemas acompañadas de argumentos críticos e intentos de someterlos a prueba buscando su falsedad. Para Popper hay una búsqueda sin término y nunca podemos demostrar con certeza que nuestras teorías son definitivamente verdaderas sino que son las mejores disponibles o las más verosímiles. De esta manera es posible, según Popper, acercarse a la verdad. El positivismo lógico aspiraba, sin embargo, a la verificabilidad inductivista que permitiera que todo enunciado que se pretendiera ser científico debiera ser verificable en el sentido de que sea posible determinar su verdad o falsedad a partir de enunciados observacionales. Rudolf Carnap (1891-1970), uno de los más importantes representantes del Círculo de Viena, definió que una proposición empírica es verificable sí y sólo sí existe un método empírico para decidir si es verdadera o falsa, de lo contrario sería considerada una pseudoproposición.


El mismo Popper incluso ha opinado que durante su vida había argumentado contra toda forma de positivismo [2]. Sin embargo la lectura de su libro Lógica de la Investigación Científica publicada en 1934 hizo de aquellos que la ojearon o leyeron de un modo superficial la idea del mito: Popper, el positivista.


Como se dijo anteriormente, y a diferencia de los positivistas del Círculo de Viena, Popper no admite la inducción y adhiere a la respuesta negativa que da David Hume (1711-1776) al problema lógico de la inducción. De esta manera cita en el libro Conocimiento objetivo [3] las propias palabras de Hume:


“Haced que los hombres se persuadan una vez de estos dos principios: que no existe nada en un objeto considerado en sí mismo que pueda proporcionarnos una razón para sacar una conclusión que vaya más allá de él, y que, aun después de la observación de la unión frecuente o constante de los objetos, no tenemos razón alguna para hacer una inferencia relativa a algún objeto remoto a éstos, del que no hemos tenido experiencia…”


De esta manera Popper comparte la respuesta negativa a la pregunta de si se pueden inferir casos no observados aún a partir de casos observados pero, a diferencia de Hume, Popper no admite que el hombre actúe por hábito y costumbre pensando que ocurrirá en el futuro lo que ha ocurrido en el pasado, porque un accionar así no carece de fundamento racional y según esta idea sostenida por Hume, el hombre sería un animal irracional. Para Popper esto es inaceptable y señala aquí una paradoja en el pensamiento de Hume: por un lado Hume considera que la inducción no es válida como inferencia y por lo tanto no se pueden inferir reglas generales a partir de enunciados singulares pasados, pero, por el otro, señala que la inducción desempeña un papel muy importante en la vida práctica del hombre que hace que actúe en su vida atendiendo al hábito y a la costumbre y por lo tanto se define al hombre como un animal irracional. La solución de Popper a la paradoja es que razonamos racionalmente de acuerdo a la razón y no por inducción. Así dice:


“Actuamos basándonos no en repetición o hábito, sino en nuestras teorías mejor contrastadas que, como hemos visto, son las que se ven apoyadas por buenas razones racionales […]” [4]


Asimismo Popper deja en claro su posición a favor del accionar del hombre conforme a la razón y favoreciendo la consecuencia entre la racionalidad y la acción práctica que estaba ausente en la paradoja de Hume. Popper explica que afirmar que poseemos una inclinación irracional a dejarnos impresionar por el hábito y la repetición es muy distinto de afirmar que disponemos de un impulso que nos lleva a ingeniar hipótesis audaces que hemos de corregir si no queremos perecer. Todo nuestro conocimiento está impregnado de teoría y construido sobre la arena; pero se lo puede mejorar dragando críticamente y no dando por supuesto ningún dato seguro. En este momento la anterior cita de Borges parece describir de cuerpo entero la filosofía popperiana que critica la teoría del conocimiento del sentido común y su búsqueda de una certeza como punto seguro y base de todo conocimiento. Popper expresa que esta última se parece mucho al empirismo de Locke y Hume, y que además guarda grandes similitudes con la filosofía positivista. Señala que no hay absolutas certezas, aunque sí una certeza suficiente para la mayoría de las tareas prácticas. Por esto mismo sostiene que hay que abandonar la búsqueda de la certeza de una base segura para el conocimiento y su preocupación será el aumento del conocimiento. Popper se manifiesta adherente a una forma de realismo que llama realismo metafísico que no es ni demostrable ni refutable como también no lo son muchas teorías filosóficas o metafísicas como por ejemplo el idealismo. Paradójicamente el filósofo austriaco ha sostenido que su racionalismo se basa en una fe irracional en la actitud de la razonabilidad.


Popper explica que la ciencia tiene a la verdad como fin, en el sentido de la correspondencia con los hechos o con la realidad y así sostiene que por ejemplo la teoría de Einstein es una mejor aproximación a la verdad que la teoría de Newton. Por esto mismo dice:


“El método de la ciencia es el método de conjeturas audaces e ingeniosas seguidas por intentos rigurosos de refutarlas.” [5]


En los momentos en dónde Popper era llamado positivista, éste manifestaba que nunca le interesaba demasiado discutir y pelear por palabras y menos ese tipo de etiquetas o rótulos que se les suelen endosar a las personas. Considerándose un campeón de la primacía de lo teórico y lo hipotético [6] su espíritu inquieto lo llevó constantemente a la búsqueda y planteo de soluciones de los más diversos problemas filosóficos.


Por todo lo dicho anteriormente Karl Popper se presenta como una oveja negra dentro de los círculos positivistas. Su posición antiinductivista, su crítica a la teoría del conocimiento de sentido común y su opinión favorable a la necesidad de una metafísica que sea base de la ciencia y motivadora de nuevos descubrimientos de hipótesis científicas aleja al filósofo de los pilares teóricos del positivismo lógico. El Dr. Gabriel Zanotti expresa de manera muy clara esta diferencia entre Popper y los positivistas lógicos cuando señala lo siguiente:


“Al mismo tiempo, la falsabilidad de una hipótesis implica más que un cambio terminológico frente a la verificabilidad inductivista: implica que toda conjetura se mantiene siempre en conjetura, aunque esté corroborada, pues no puede ser necesariamente falsada ni necesariamente corroborada. Ello abre la racionalidad de las ciencias, a partir de Popper, a una racionalidad amplia, no exacta, inaugurando con ello un capítulo totalmente diferente a la racionalidad matematicista y exacta del iluminismo racionalista que es precisamente el que choca con toda metafísica abierta a la trascendencia.” [7]


Parte 2: Karl Popper y la Escuela de Frankfurt.


“No sé hasta qué punto un escritor puede ser revolucionario.

Por lo pronto, está trabajando con el idioma, que es una tradición.”

Jorge Luis Borges


Influidos por la filosofía de Karl Marx (1818-1883) y del filósofo alemán idealista G. W. F. Hegel (1770-1831), los filósofos de la Escuela de Frankfurt realizaron una crítica despiadada a la razón pragmática de los positivistas lógicos que privilegiaba el cálculo y la utilidad. Karl Marx fue el fundador del materialismo dialéctico que tiene como objeto el estudio del conocimiento científico. Éste materialismo dialéctico parte de la idea de que la materia es la base única del mundo y la que determina la conciencia de los hombres. Los diferentes representantes de la Escuela de Frankfurt continuarán algunas de sus ideas mientras que con otras tomarán una postura revisionista.


Karl Popper sostiene la idea de que la verdad es un proceso de avance, cada vez más se va disminuyendo la ignorancia a medida que avanzamos con teorías cada vez más audaces. La verdad para Popper es la verdad por correspondencia que se sigue de las ideas del lógico Alfred Tarski (1902-1983). Marx si bien maneja en sus textos varias teorías de la verdad [8], la que parece ser la fundamental es la de la verdad como intersubjetividad: la verdad no puede plantearse al margen de las prácticas sociales, ni está dada sino que se conquista y es el producto de una lucha y conflicto que tiene lugar en las relaciones sociales. Esta idea de Marx de una verdad no ajena a las prácticas sociales es una de las ideas que se mantiene constante en todos los representantes de la Escuela de Frankfurt. Popper sostiene en contraposición a Marx que las ideas teóricas muchas veces tienen más importancia que la materialidad a la que Marx le adjudicaba la determinación de la conciencia.


Desde la perspectiva de la Escuela de Frankfurt el modelo fundamental de conocimiento y realización social no es la ciencia sino la conciencia crítica emancipatoria. Los filósofos enrolados en la Escuela de Frankfurt acusan a Popper de positivista por basar su racionalidad crítica en el orden y la planificación de los medios instrumentales para alcanzar cualquier fin y no en la discusión en torno a fines humanos. También critican a Popper por reducir la problemática de la ciencia a las cuestiones lógicas y algunos de los filósofos frankfurtianos anteponen al problema mental (la teoría) de Popper, la cuestión real (la práctica) cargada de conflictos y contradicciones. Por lo tanto, según éstos, la ciencia comienza no con la teoría sino con la práctica. Según este análisis neomarxista, Popper elabora teorías alejado de las prácticas sociales que luego intenta refutar en la práctica, y se ve críticamente la prepotencia del método sobre el objeto, en particular cuando se quiere hacer de la sociedad un objeto de conocimiento que se quiere explicar racionalmente cuando en realidad está llena de contradicciones y elementos irracionales. La Escuela de Frankfurt asume su teoría crítica como una teoría de interés emancipador que busca eliminar las injusticias sociales. Popper, en su afán de racionalismo, no logra percatarse de los elementos no racionales de la sociedad. Si bien tanto los filósofos de la Escuela de Frankfurt como Karl Popper utilizan el término crítica, ambos lo utilizan de manera desigual: para Popper la crítica es aquella confianza en la razón que a través de la contrastación intenta refutar hipótesis; para T. Adorno, por ejemplo, la crítica que se dirige a cosas particulares es superficial si no se ve a la cosa dentro de un todo social.


Tres de los filósofos alemanes más importantes de la Escuela de Frankfurt, Max Horkheimer (1895-1973), Theodor Adorno (1903-1969) y Herbert Marcuse (1898-1979) han sostenido arduas disputas con Karl Popper sobre diversos asuntos filosóficos. A todos estos autores hay que ubicarlos en la confrontación entre el neomarxismo con su razón dialéctica (teoría social crítica) y el racionalismo crítico con su razón analítica (teoría crítica racionalista).


Durante el período entre guerras Horkheimer sostiene el primado de la praxis en toda constitución teórica. En un primer momento Horkheimer, desde el análisis marxista, intenta desenmascarar el carácter ideológico de lo que la modernidad ha llamado ciencia positiva. Critica a esta positividad que hace referencia a que los resultados de la ciencia estén garantizados respecto a su verdad por un método formal independiente de su origen histórico-fáctico. Por lo tanto la crítica de Horkheimer va dirigida a ésta ciencia que pretende aislar el dominio de la teoría de la praxis social: por ejemplo, según esto, la teoría de la relatividad de Albert Einstein prescindiría de la existencia de él, y cualquier otro hombre podría haber descubierto esa teoría que existe en sí misma. A esta concepción de la ciencia Horkheimer la denomina teoría tradicional contraponiendo la teoría crítica como un saber del mundo y la sociedad que quiere asumir como condiciones de su constitución teórica la materialidad e historicidad de sus objetos. Esta teoría crítica parece diferir de la filosofía de Popper que considera que “las teorías son redes que lanzamos para apresar aquello que llamamos ‘mundo’: para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo. Y tratamos de que la malla sea cada vez más fina” [9]. Según esto la teoría de la relatividad podría haber sido descubierta por algún que otro físico y no necesariamente por Albert Einstein.


La teoría crítica rechaza la pretensión racionalista según la cual la evidente función social de la ciencia carece de sentido para la ciencia misma. Por esto mismo Horkheimer sostiene que el sabio y su ciencia están uncidos al aparato social. La teoría crítica denuncia que la teoría tradicional ofrece o impone como absolutos valores que son instrumentales. De esta forma la “ciencia pura” es un instrumento de dominio que se evade de la praxis social y es funcional al mantenimiento del orden social (el burgués) en el que tuvo su origen. La crítica de Horkheimer apunta a la teoría clásica que sostiene la existencia de teorías que en absoluto son medio de praxis alguna, es decir, que se determinan sólo por sí mismas, sin más valor que la verdad que contienen y que se constituyen independientemente de su génesis histórica. Para la teoría tradicional lo importante es la verdad, no la utilidad. Desde la ortodoxia marxista se denomina a esta “ciencia pura” ideología, o sea una interpretación racional que sirve como instrumento de dominio de una clase social sobre otra. La etiqueta de positivista que se le añade a Popper no hará más que buscar el apego funcional de este filósofo al sistema capitalista burgués.


En un segundo momento del desarrollo intelectual de Horkheimer, luego de la Segunda Guerra Mundial, Horkheimer escribe junto con Adorno el libro Dialéctica de la Ilustración donde se analiza el pragmatismo como ideología propia de la sociedad industrial y hay una revisión de sus anteriores ideas acerca del primado de la praxis sobre la teoría. Horkheimer describe la característica fundamental de la racionalidad de la sociedad industrial: su utilidad. Lo racional es lo útil, lo que sirve para algo. Esta razón pragmática excluye de sí el reino de los fines, es decir, aquello para lo que algo sirve. La razón pragmática instrumentaliza el mundo y expulsa de él todo lo que pudiera ser fin último. A través de la razón instrumental el hombre pretende dominar la naturaleza y ésta se termina volviendo contra él en vez de estar a su servicio. La razón pragmática todo lo mediatiza y hace que nada resulte valioso. No hay fin que se justifique racionalmente y todo es inútil y nada sirve para nada, porque no hay un valor absoluto que sustente la utilidad última de esta mediatización absoluta del mundo. Al fin, todo acaba cayendo en un nihilismo nietzscheano. La filosofía de Horkheimer se caracteriza por ser una filosofía pesimista y concluye que la historia de los esfuerzos del hombre por dominar la naturaleza es también la historia del dominio del hombre por el hombre y así la razón pragmática termina generando una sociedad deshumanizada de carácter irracional.


Paradójicamente luego de su primer momento donde Horkheimer abogaba por el primado de la praxis, en esta segunda etapa achaca a los positivistas de haber adoptado la filosofía a la praxis y no hacerlo de manera contraria. Es el momento donde Horkheimer se acerca a la razón socrática, dónde la primacía es teórica y alejada de toda brutalidad práctica. En este punto parecen acercarse la filosofía crítica de Popper a la del frankfurtiano. Horkheimer se apoya en Sócrates y se acerca a las Ideas platónicas para criticar la razón instrumental o pragmática. Finalmente Horkheimer asume a la verdad como algo que sobrevive al error humano y que no se puede separar del teísmo en cuanto tal, porque de otra forma sería válido el positivismo. Señala al respecto: “Intentar salvar un sentido incondicionado sin Dios es vanidad.”. Así recupera del cristianismo la utopía trascendente de un mundo mejor y sostiene que toda teorización profunda deberá tener en cuenta las condiciones materiales-históricas para que sea realmente fecunda.


Por otro lado el filósofo frankfurtiano Theodor Adorno señala que el conocimiento es abstracción y reducción de la pluralidad sensible a la identidad ideal del concepto. La abstracción como principio de generalización científica supone la reducción de la diversidad individual. Así la abstracción, entendida como operación real y no meramente teórica, es condición de posibilidad de toda racionalidad técnica. Lo individual queda reducido a la totalidad del sistema de producción. Desde la perspectiva marxista Adorno caracteriza a la lógica que pretende ser algo absoluto como una lógica de dominio y entiende la relación gnoseológica moderna de sujeto-objeto como una dialéctica imperialista, como una praxis que da como resultado a un señor y a un esclavo. Y desde este punto de vista el conocimiento es un mecanismo de asimilación que supera la distancia hacia su objeto hasta establecer identidad con él. Así el emergente de este proceso es el Yo como absoluto y el conocimiento resulta ser una praxis de apropiación, dónde el Yo es el señor y el objeto queda a su disposición. Se subsume la diversidad sensible a categorías ideales que reestablece esa identidad sujeto-objeto. De esta manera concluye Adorno que la ciencia es dictatorial. El proceso gnoseológico termina con la constitución de una totalidad subjetivo-objetiva idéntica consigo misma y que excluye de sí todo lo que se muestre como irreductible. La abstracción, que es negatividad de lo individual, es en su realización histórico-práctica, violencia y dolor. En ese dolor, que es la disminución de lo propio a favor de lo ajeno, es donde se demuestra la falsedad del sistema. El sistema es falso porque no consigue su identidad con las partes, ya que se afirma a sí mismo contra las partes que lo componen. También Adorno, al igual que Popper, critica al idealismo por su intento de reducir el conocimiento a identidad del objeto con su sujeto. Y en igual línea que Popper, Adorno sostiene que la filosofía se convierte en un esfuerzo de aproximación a una verdad que está por principio más allá del límite de sus posibilidades. Para Adorno, parece la contemplación y no la seguridad de su certeza lo que constituye el paradigma del verdadero conocimiento. Ante el atropello histórico que pretende la identidad de sujeto-objeto contrapone una verdad trascendente, y se acerca al pensamiento platónico (lo verdadero es lo que debe ser, aunque fácticamente no sea).


Por último vale la pena mencionar la disputa entre Herbert Marcuse y Karl Popper sobre la racionalidad crítico-social que ha dejado dos eslóganes: revolución marcusiana o evolución (reforma) popperiana. Marcuse se suma al diagnóstico de Horkheimer y Adorno: la razón occidental, que surge de la necesidad del hombre, de distanciarse primero de la naturaleza, y de dominarla después en servicio propio, se ha convertido en instrumento de dominación. Para Marcuse la forma en que aparecen los objetos inmediatos no es todavía su forma verdadera, sino que lo que simplemente “se da” es primariamente negativo, distinto de sus potencialidades. Por lo tanto “lo dado” se hace verdadero en el proceso de superación de esa negatividad y así las cosas no son como de hecho son, es decir, como aparecen sino que la verdad es siempre una reivindicación, la exigencia de un ideal que es tanto más verdadero cuanto que está negado en los hechos. La verdad se convierte en denuncia de los hechos y en una exigencia de transformación. El análisis de Marcuse se aleja de la ortodoxia marxista que ve a la filosofía como un falso saber que encubre las relaciones de explotación y le atribuye a la filosofía una misión de terapia social alternativa al discurso positivista. Hay una valoración de la filosofía teorética en semejanza con Popper. Marcuse acusa de conformistas a los positivistas por entender que la única fuente posible de conocimiento es la experiencia de los hechos del mundo quedando el hombre reducido a los límites de “lo dado”.


Desde la perspectiva de Marcuse la ciencia comprende un análisis de las tendencias y de las posibilidades históricas, y así las normas sociales y clasificaciones políticas pueden demostrarse científicamente. Según este filósofo hay un procedimiento científico que se basa en el análisis crítico de los hechos y abarca los dominios que no son accesibles al método científico ni a su cuantificación. Por esto mismo, para Marcuse, el procedimiento científico que debería predominar en las ciencias sociales es mucho más justo y exacto que el método científico.


Marcuse avanza en su crítica social hacia la crítica psicológica de los deseos humanos, apoyado en las teorías de Sigmund Freud (1856-1939). El Psicoanálisis llama la atención sobre el choque de nuestros deseos y la civilización. Marcuse sostiene que la libre satisfacción de las necesidades instintivas del hombre son incompatibles con la sociedad civilizada y en consecuencia la renuncia y el retraso de la satisfacción son requisitos para el progreso. La civilización es la supremacía del todo sobre las partes y la represión de lo individual, y el inconciente es donde quedan alojados aquellos instintos individuales negados por la civilización y capaces de generar una posible liberación. Pero para Marcuse el análisis de Freud es insuficiente y tiene una visión optimista que se puede entender sólo dentro del contexto histórico desde donde Marcuse escribe y que es la sociedad ostensiblemente rica de los Estados Unidos. Para Marcuse con el imparable progreso técnico las necesidades represivas de la cultura deberán ir disminuyendo. Marcuse sostiene que los hombres ya no viven su propia vida sino que ejecutan funciones preestablecidas y el individuo se halla viviendo su represión libremente haciendo imposible la revolución por ser innecesaria.


Horkheimer y Adorno parecen ser pesimistas con respecto a la posibilidad de desmontar la cultura occidental de la idea de esa subjetividad dominante. Marcuse, sin embargo, se presenta optimista, al igual que Marx, y sostiene que la transformación liberadora se seguirá del resultado de exacerbar el proceso histórico que ha dado lugar al carácter alienante de la sociedad industrial avanzada. Marx también profetizaba que el curso histórico del capitalismo iría acentuando sus propias contradicciones hasta el punto que los explotados desarrollarían una conciencia revolucionaria que conduciría a una revolución. Marcuse difiere en esto cuando piensa que la sociedad avanzada no genera miseria sino que genera una falsa satisfacción que anula las potencialidades revolucionarias de los explotados, que desean integrarse más y más en el sistema. Marx entendía que era el trabajo el medio de la alienación, allí donde el hombre no trabaja para sí sino para satisfacer exigencias ajenas. Marcuse comparte esta idea y sostiene que por el trabajo el hombre se convierte en una pieza mecánica del sistema y expresa que gracias a la productividad creciente el sistema capitalista está al borde del colapso y el trabajo se ha hecho tan ficticio como las necesidades que por él se satisfacen. El hombre va siendo paulatinamente sustituido por las máquinas liberando al hombre del trabajo y dejándole tiempo para la satisfacción de sus verdaderas necesidades. El trabajo sería marginal y el hombre no necesitaría “ganarse la vida” con el trabajo. Éste fue el contexto donde vivió Marcuse y el que hace posible entender lo ilusorio de su planteo. Según el análisis de Marcuse la racionalidad tecnológica brindará las bases para la reconciliación de los deseos humanos con la civilización.


El racionalismo crítico intenta aplicar al conocimiento y realización social el modelo científico del ensayo y error. Desde esta perspectiva Popper acusa a los neomarxistas de irracionalistas y teologismo. El racionalismo crítico popperiano no promueve una ruptura radical entre la realidad y sus posibilidades, se trata de un continuar, perfeccionar lo bueno, plantear nuevas alternativas para mejorar aspectos desfavorables pero no revolucionar. Con respecto al conocimiento Popper se presenta como un revolucionario al favorecer las revoluciones científicas que generan nuevas y más aptas teorías e hipótesis. De esta manera Popper afirma que la invención atrevida de nuevas teorías revolucionarias y el derrumbamiento revolucionario de las viejas es lo que nos permite evitar todas las violencias en el terreno de la práctica. Y aquí radica una de las grandes conquistas del método crítico de Popper, que permite reconocer y condenar las hipótesis defectuosas sin condenar a sus partidarios. Popper señala que no existe un conocimiento garantizado, como al que aspiran los neomarxistas, y ni siquiera en el ámbito de las ciencias naturales, sino que nuestro saber es una conjetura crítica. Sostiene que todas las ciencias son teoréticas, es decir, que se someten a la crítica de enunciados generales.


Popper acusa a los neomarxistas de creer saber mucho y de carecer de modestia intelectual al alardear con el uso de una terminología grandilocuente. Así y con la vista puesta en los más importantes representantes de la Escuela de Frankfurt Popper se pregunta: ¿Qué han aprendido los neo-dialécticos? Responde que no han aprendido a resolver problemas ni a acercarse a la verdad sino que al contrario, han aprendido a ahogar a los demás seres humanos en un mar de palabras pomposas. Popper prefiere no discutir con ellos porque de hacerlo se ahogaría junto con ellos, espada en mano, en la ciénaga en que ya ellos chapotean sólo para hundirse juntos [10]. Para Popper buscar la sencillez y la lucidez era un deber moral de todo intelectual [11] y éstos no eran precisamente los atributos preferidos por los neomarxistas. En el libro Conocimiento objetivo Popper señala:


“En otras palabras, no sólo buscamos la verdad, vamos tras la verdad interesante e iluminadora, tras teorías que ofrezcan solución a problemas interesantes. Si es posible, vamos tras teorías profundas.” [12]


La Escuela de Frankfurt simpatizó con el Psicoanálisis sosteniendo que el inconsciente se convierte en la única esperanza de resguardo de los impulsos de individualidad frente a la despersonalización generada por la razón pragmática de la sociedad industrial. Para Popper tanto el Marxismo como el Psicoanálisis son pseudocientíficos porque cualquier cosa que ocurra verifica su teoría sin haber elementos falsables.


En el prefacio de Conocimiento e interés (1971) uno de los más importantes representantes actuales de la Escuela de Frankfurt, Jürgen Habermas (1929-?) señala: “el positivismo es eso: el renegar de la reflexión”. Habermas sigue insistiendo en la acusación al racionalismo crítico de ser una razón del tipo técnico-instrumental cuyo modelo está constituido por las ciencias empírico-analíticas, y contrapone a ésta la razón crítico-social cuyo modelo son las ciencias sociales con intereses emancipatorios. En la carta publicada en 1970 con el nombre Contra las grandes palabras Popper lleva la discusión con la Escuela de Frankfurt acerca del conocimiento al terrero sociopolítico y dice:


“Adorno y Habermas están todo menos claros en su crítica a mi posición. En pocas palabras, creen que, como mi epistemología es (creen ellos) positivista, eso me fuerza a defender el status quo social. Dicho de otro modo, mi (supuesta) epistemología positivista me obliga a aceptar un positivismo moral y jurídico (lo cual constituyó precisamente mi crítica a Hegel). Lamentablemente, pasaron por alto el hecho de que, aunque ciertamente soy liberal (no revolucionario), mi teoría epistemológica es una teoría del crecimiento del conocimiento a través de revoluciones intelectuales y científicas (o a través de nuevas y grandes ideas)”


Conclusiones.


Cabe preguntarse si la lucha de poder que Karl Marx sostiene para dar a luz el conocimiento no tiene el riesgo de terminar por imponer una verdad, ya sea de origen de lo que dialécticamente Marx contrapone: la verdad del proletariado o la verdad de la burguesía. ¿No sería acaso mejor discutir racional y críticamente las teorías o hipótesis que quieren acercarse a la verdad? En mi opinión, Karl Popper plantea una racionalidad menos estricta y difusa que se aleja de cualquier forma dogmática y que brinda la posibilidad de aprender de los errores para mejorarla y fortalecerla frente a la rigidez y matematicidad de los positivistas o frente a cualquier imposición ideológica de la verdad de corte marxista. Según mi parecer la verdad dogmática aparece como una sombra ineludible que invade tanto a unos como a otros: a los positivistas con su verdad verificada en “lo dado” que reduce al hombre a una verdad fáctica y asfixiante y a los neomarxistas con su verdad absoluta, profética y lineal que trasciende el orden fáctico y que se encarna en clase explotada del sistema capitalista.


A pesar de ello, tanto los filósofos de la Escuela de Frankfurt como Karl Popper han coincidido en varios aspectos en la crítica a la racionalidad positivista con pretensiones de una ciencia objetiva. Frente a una razón pragmática que parece imponerse en el actual sistema capitalista, lejos de cualquier revolución marxista que tiene el riesgo de invertir las fichas del tablero, Popper señala un camino alternativo: el camino del ensayo y el error para mejorar, reformar y poner en el centro de la racionalidad a la vida en libertad del ser humano. La razón pragmática que privilegia lo útil y lo funcional, inventa en el hombre necesidades ficticias y lo hace valer sólo por lo que sirve o aporta al sistema. Esta razón olvida cualquier tipo de aspecto que no tenga que ver con el ensanchamiento del sistema productivo. La razón pragmática transforma en medios lo que deberían ser fines y así, por ejemplo, la política se ocupa principalmente de buscar el poder por el poder mismo, definiendo algo que debería ser medio como un fin, y olvida el fin último de la política que es el de mejorar la vida de los individuos de una sociedad.


A pesar de lo dicho, sin embargo, en esta razón pragmática se puede encontrar una cara positiva cuando ésta misma en vez de alienar al hombre para mantenerlo cautivo se pone a su servicio. Por ejemplo Internet, una de las maravillas tecnológicas más importantes de este tiempo y producto de la razón pragmática puede poner en evidencia esas dos caras: la misma tecnología que brinda la posibilidad de que funcione una red de prostitución por Internet es utilizada por un médico de un centro urbano para dar las indicaciones en una operación de alta complejidad en un centro de salud ubicado en la periferia del país. No son los resultados eficientistas de la razón pragmática sino la búsqueda del mejoramiento de la calidad de vida de los hombres lo que debe guiar a esta razón.


Frente al pesimismo de Horkheimer y Adorno, y frente al optimismo iluso de Marcuse considero de más valor la racionalidad propuesta de Popper que busca mejorar, reformar y poner a la ciencia al servicio de los hombres. Este trabajo no pretende alentar la idea de un embate contra la razón pragmática ni la idea de someternos a ella y sofocarnos en el positivismo, tampoco quedarnos en una posición pesimista e inconformista crónica como en el caso de los neomarxistas, sino que lo que se pretende, al contrario, es poner la razón pragmática al servicio del hombre y de sus verdaderas necesidades.


El contexto político-histórico dónde se desarrolló el pensamiento tanto de T. Adorno, M. Horkheimer y K. Popper fue el marco de la posguerra y caída del nacionalsocialismo. Aún en este mismo contexto histórico tanto Popper como Adorno y Horkheimer presentan diferencias en el espíritu de sus textos. En la Dialéctica de la Ilustración, Adorno y Horkheimer dejan traslucir, en cada una de sus páginas, un espíritu destructivo que dinamita las bases mismas de la racionalidad desde la que escriben. Sin embargo en los textos de Popper se logra percibir un espíritu constructivo, de tolerancia, de aprendizaje de los errores y de una búsqueda inagotable de soluciones para los problemas más acuciantes del hombre. Unos parecen mofarse de la realidad y dejarse hundir en la ciénaga. El otro parece ser conciente de este hundimiento pero se empecina en buscar soluciones audaces para lograr salir de esa ciénaga. También en el caso de Marcuse hay un optimismo rebosante pero que carece de toda realidad y está influenciado por el contexto de esplendor que vivía la sociedad norteamericana en los años 50. El espíritu de los positivistas parece ser el más ascético y pretende una objetividad y neutralidad que termina estrangulando a la filosofía y asfixiando al pensamiento del ser humano.


El punto de partida y el recorrido que hacen tanto los filósofos de la Escuela de Frankfurt como Karl Popper parece también diferir de forma radical. Mientras Popper, filósofo de la ciencia, avanza hacia su teoría política desde su teoría del conocimiento, los filósofos neomarxistas subsumen su teoría del conocimiento a la crítica de la ideología de la sociedad capitalista. A diferencia de los neomarxistas que políticamente promovían la revolución y aspiraban a una nueva sociedad socialista pasando por la eliminación revolucionaria del sistema capitalista tardío, Popper es un reformista que aspira a que la evolución de las sociedades democráticas subsane los males sociales y proteja a los más débiles. Los neomarxistas buscaban la creación de un hombre nuevo que no conociera la idea de la competencia propia del sistema capitalista y que actúe solidariamente y sin agresividad pero nunca han podido dar garantías de que en esta búsqueda del hombre nuevo no se generen nuevas formas de gobiernos autoritarios incluso más injustos y crueles que el sistema vigente. En cambio la mirada de Popper no se pierde en la utopía y piensa a la democracia como una sociedad abierta que evoluciona a través de reformas sociales, es decir a través del ensayo y el error.


La insistencia en la asociación de Popper y el positivismo por parte de los pensadores más representativos de Frankfurt parece estar más vinculada a un oportunismo político que deje “fuera de juego” a este filósofo liberal, que a una verdadera confrontación entre sus teorías del conocimiento. Tal vez al forjar esta asociación los representantes de Frankfurt evitan buscar argumentos más serios para discutir con Popper. En el contexto de la Guerra Fría, que es dónde se dan todas estas discusiones, y donde reina una abierta confrontación entre el liberalismo norteamericano y el socialismo soviético, la simpatía de Popper por las ideas liberales se presenta como una buena razón de esta “útil” asociación. De alguna manera esto queda manifestado cuando Marcuse acusa a la filosofía positivista de afirmar el orden existente contra todos los que pretendían negarlo. Según una ulterior reflexión ligada a esta idea Popper, al afirmar el orden existente, se hace funcional al sistema capitalista y todos sus aportes son desvalorizados.


Ha dicho Habermas que ya no indica el camino Karl Marx, sino Friedrich Nietzsche (1844-1900). Tal vez el gran interlocutor de Popper debería ser Nietzsche. Mientras el joven Nietzsche sostuvo que el intelecto engañoso no hacía más que fingir y su resultado era la ciencia, Popper considera que la ciencia es una de las mayores creaciones de la mente humana. El diálogo o la discusión parece estar dado asimismo entre el irracionalismo de Nietzsche, cargado de una crítica feroz a la metafísica [13] moderna y el racionalismo de Popper (más allá de su fe irracional en la creencia de la razón) que valora de manera positiva la metafísica y que la considera fundamental para hacer ciencia.


Según mi opinión, Popper se me presenta como un pensador de una actitud abierta al diálogo respetuoso, alejado de cualquier verdad como dogma y en favor de una crítica racional constructiva, de una revisión sin límites de todos los argumentos y de una forma de hablar sencilla, cuya figura merece ser rescatada y revalorizada en tiempos dónde cualidades como éstas parecen escasear o estar desapareciendo entre los intelectuales contemporáneos. Y no sólo en lo referido al conocimiento sino, y sobretodo, en lo referido a lo político, las opiniones de Popper merecen tener más discusión y relevancia en los espacios académicos. Por lo dicho propongo rescatar las ideas liberales de Karl Popper, ideas que hoy en día son atacadas y asociadas con las más variadas y absurdas etiquetas descalificatorias por aquellos que en muchos casos detentan el poder político desconociendo los derechos individuales a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la propia felicidad. El liberalismo de Popper pone en su centro la libertad del hombre, su responsabilidad y su tolerancia hacia la diversidad de pensamiento. Su mandamiento principal es “no matarás en nombre de una idea” y aboga por una “sociedad abierta” en contraposición de la “sociedad cerrada” característica de cualquier totalitarismo tanto de derecha como de izquierda. Entiendo la siguiente cita de Popper como un mensaje a la irracionalidad de los políticos actuales:


“Trabajad para la eliminación de males concretos, más que para la realización de bienes abstractos. No pretendas establecer la felicidad por medios políticos. Tended más bien a la eliminación de las desgracias concretas. O, en términos más prácticos: luchad para la eliminación de la miseria por medios directos, por ejemplo, asegurando que todo el mundo tenga unos ingresos mínimos. O luchad contra las epidemias y las enfermedades creando hospitales y escuelas de medicina. Luchad contra el analfabetismo como lucháis contra la delincuencia. Pero haced todo esto por medios directos. Elegid lo que consideréis el mal más acuciante de la sociedad en que vivís y tratad pacientemente de convencer a la gente de que es posible librarse de él. Pero no tratéis de realizar esos objetivos indirectamente, diseñando y trabajando para la realización de un ideal distante de una sociedad perfecta. Por mucho que os sintáis deudores de su visión inspiradora, no penséis que estáis obligados a trabajar por su realización o que vuestra misión es abrir los ojos de otros hacia su belleza. No permitáis que vuestros sueños de un mundo maravilloso os aparten de las aspiraciones de los hombres que sufren aquí y ahora. Nuestros congéneres tienen derecho a nuestra ayuda; ninguna generación debe ser sacrificada en pro de generaciones futuras, en pro de un ideal de la felicidad que nunca puede ser realizado. En resumen, mi tesis es que la miseria humana es el problema más urgente de una política pública racional, y que la felicidad no constituye un problema semejante. El logro de la felicidad debe ser dejado a nuestros esfuerzos privados.” [14]


Por todo lo dicho anteriormente y como conclusión propongo que las ideas de Popper sean pensadas y repensadas en estos momentos donde ciertas formas de poder autoritarias avanzan sobre muchos de nuestros países latinoamericanos en complicidad de su mejor socio: el silencio.


Notas.


[*] Cursando el Profesorado de Filosofía en U.N.M.P. El autor solicita que cualquier comentario se lo dirijan por favor a martinezsaeznicolas@gmail.com .


[1] Se habla aquí de la posición inductivista “sofisticada” que se ocupa del método de la inducción en el contexto de justificación de una hipótesis y se deja de lado la posición inductivista “ingenua” que recurre a la inducción no sólo en el contexto de justificación sino también en el contexto de descubrimiento afirmando que la ciencia comienza con la observación.


[2] Karl Popper: Contra las grandes palabras, carta publicada en 1970 por el semanario Die Zeit sin contar con el permiso del autor.


[3] Karl Popper, Conocimiento objetivo. Editorial Tecnos. Madrid. 1ª edición 1972.


[4] Op. cit. pp. 96.


[5] Op. cit. pp. 82.


[6] Karl Popper: Contra las grandes palabras. 1970.


[7] Gabriel Zanotti: Misses, Popper y el Cristianismo. 2009.


[8] Néstor Kohan: El capital: Historia y método. Una introducción. Segunda edición. Buenos Aires. 2003.


[9] Karl Popper: La lógica de la investigación científica. Tecnos. Madrid. 1977. pp. 57.


[10] Karl Popper: Contra las grandes palabras. 1970.


[11] Karl Popper: Conocimiento objetivo. Editorial Tecnos. Madrid. 1ª edición 1972 pp. 51.


[12] Op. cit. pp. 60.


[13] Dejo de lado aquí las disputas que se sostienen acerca de que si Nietzsche se sigue moviendo dentro de la metafísica que critica proponiendo una nueva o no.


[14] Karl Popper: Utopía y violencia en Conjeturas y refutaciones. Ediciones PAIDOS. España. 1991. pp.431-432.


Bibliografía.


Adorno, Theodor. y Horkheimer, Max (1994). Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Editorial Trotta. Buenos Aires. Introducción y traducción: Juan José Sánchez.


Fernández, Graciela (2001). Karl Popper y la filosofía crítica. Ediciones Suárez. Mar del Plata. Argentina.


Hernández-Pacheco, Javier (1996). Corrientes Actuales de Filosofía. La Escuela de Francfort. La filosofía hermenéutica. Editorial Tecnos. Madrid.


Habermas, Jürgen. Conocimiento e interés. Editorial Taurus. Versión castellana de Manuel Jiménez, José F. Ivars y Luis Martín Santos revisada por José Vidal Beneyto.


Marcuse, H. Popper, K. y Horkheimer, M. (1976). A la búsqueda del sentido. Ediciones Sígueme. Salamanca.


Popper, Karl. Contra las grandes palabras. Semanario Die Zeit. Alemania, 1970.


Popper, Karl (1972). Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista. Editorial TECNOS S.A. Madrid. Traducción: Carlos Solis Santos.


Zanotti, Gabriel J. El liberalismo político de Karl Popper. Congreso Filosófico Internacional “Karl Popper: vigencia y transformación de su pensamiento”, en Rosario, 5 de junio de 2004.


Para acceder al PDF haga click aquí.

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Publicado el 11/04/2010.

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